Sendo: "Dibujo el apocalipsis del bosque, la belleza del caos"

'El silencio del bosque quemado' es el título de la exposición que este viernes inaugura Sendo en la Sala de Exposiciones del Teatro Gullón de Astorga, imágenes del bosque quemado con textos de escritores como Colinas, Julio Llamazares, Manuel Rivas, Mestre, Gutiérrez Aragón o Juanjo Pernadones

Fulgencio Fernández
14/12/2018
 Actualizado a 13/09/2019
«El bosque es el cobijo de muchas especies a las que el fuego expulsa».
«El bosque es el cobijo de muchas especies a las que el fuego expulsa».
Sendo García Ramos, Sendo el pintor de San Justo,  ha hecho un alto en su camino habitual, un punto y aparte en sus temas habituales para introducirse en el corazón de¡l bosque quemado, el devastado. Tal vez la llamada de la conciencia de quien ve las llamas desde la ventana y esa sensación de caos que deja y que explica con palabras ajenas, las de Julio Llamazares en su artículo ‘La memoria del bosque’: «Cuando un bosque se quema , no solamente arden entre las llamas árboles, pastos y matorrales.  Cuando un bosque se quema, arden también la memoria  del bosque y esa parte de nuestra memoria que está llena de árboles que son recuerdos y de recuerdos que crecen entre la niebla como los árboles. Cuando un bosque se quema las autoridades solamente valoran las pérdidas materiales». Sendo no. Sendo, jubilado profesor y artista, no sabe de lo material y sus pinceles van al alma de ese bosque quemado: «Se trata de visionar y representar el Apocalipsis de un paraje natural, de pintar la crudeza de los efectos del fuego, de extraer las entrañas y dibujar el cuerpo desnudo de un bosque. La ‘belleza del caos’, diría yo. La cara oculta de lo que un bosque en plenitud no deja ver».

Ahí está la explicación de la muestra que hoy inaugura en la Sala de Exposiciones del Teatro Gullón. Su mirada hacia la desolación: «¿Qué atractivo puede tener un campo desolado y desbastado por las llamas? El propio interés de una desolación, el interés de una crónica plástica, con una amalgama de tonos, producto de la ignición. A todos nos agrada un idílico paisaje, pero yo veo en este tipo de erosión el desgaste y el paso del tiempo que deja su huella. La naturaleza sigue sus leyes propias y la regeneración es cuestión de tiempo». Y argumenta su visión con otros ejemplos: «Los clásicos aportaron una estética de la belleza con normas y cánones que han servido para ayudar a componer, pero no eludieron crear obras a partir de hechos tristes y desastres desagradables: las crucifixiones, los martirios, las batallas y desastres de la guerra han sido fuente de inspiración, véase Velázquez, Goya, Gericoult, Picasso, los dadaistas etcétera».

Y a su mirada, a sus cuadros, suma las palabras de escritores y naturalistas con textos de Antonio Gamoneda, Antonio Colinas, Julio Llamazares, Manuel Rivas, Juan Carlos Mestre, Andrés M. Oria, Marga Merino, Esther Bajo, Ángel Santiago Ramos, Juanjo Perandones, Aller Prieto, Joaquín Araujo o Manuel Gutiérrez Aragón. La vieja pasión de Sendo por la literatura.

Reconoce el pintor leonés que sí supone esta muestra —El silencio del bosque quemado— un capítulo aparte en su trayectoria, «aunque sigue uno de los tres postulados en los que he trabajado a lo largo de mi carrera artística que han sido ‘El movimiento’, ‘La descomposición’ y ‘La erosión’. En este caso es la Erosión la que fundamenta esta serie que arranca desde el año 2013, ante un acontecimiento, como es la mutación ocasional de un paisaje boscoso».

El paisaje es uno de los grandes temas de la pintura a lo largo de la historia. También Sendo transitó por sus caminos. «Mis comienzos por los años 60 fueron los paisajes cercanos, la moldera Real y sus molinos; y en 1973 pinté bosques de hayedos en su plenitud ambientados con cubos escultóricos, de lo que dí cuenta aquí en Astorga y en una galería de Bilbao. En 1975 disfruté de una beca de paisaje en Granada. Y el paisaje ha estado siempre acompañando a la serie ‘Caminantes’ a lo largo de los últimos veinte años».

Recuerda Sendo que loa cara optimista es que la regeneración llega de manera natural, pero también advierte: «Ahora bien, no podemos alterar estas leyes repoblando de una sola especie el campo. Plantar pinos y más pinos en zonas impropias no es la solución. Yo he visto en mi entorno como se ha reforestado el campo sin la mano del hombre, con encinas y robles. Para favorecer una agricultura y ganadería extensiva se necesita, también, grandes áreas abiertas. Un bosque de pinares no sólo cumple una función pulmonar. El bosque es el cobijo de muchas especies, de asentamientos colmenares, de aprovechamiento micológico. Este hábitat, con el fuego enmudeció y se despojó de su envoltura ofreciéndonos un esqueleto camuflado de colores efímeros que fluctúan con la luz».

Ideas que plasma en su exposición, cuadros que son fruto «de un impulso para perpetuar un momento cumbre en el hombre y su entorno. Lo que es un incidente que el tiempo regenera, me sirve de motivación para pintar, incluso con cenizas y ascuas como recurso puntual».
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