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Semana Santa de carne y hueso

01/04/2021
 Actualizado a 01/04/2021
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Hoy Jueves Santo las calles de muchas ciudades deberían estar inundadas de fervor cofrade, pero la pandemia ha conseguido que las únicas procesiones que haya sean las que llevan a sus protagonistas a ser inoculados con una vacuna. Eso sí, menos numerosas de lo que a todos nos gustaría. Y está por ver, pero es previsible que dentro de unas semanas también seamos testigos de una procesión diaria de cientos de muertos, provocados por la inoperancia y falta de coordinación de los que mandan y por la escasez de responsabilidad y sensatez de los mandados.

Bien es cierto que si partimos del drama ‘semana santero’ padecido el año pasado, lo de este 2021 se lleva de otra manera, ya que al menos se está pudiendo celebrar algún tipo de acto, aunque con aforos muy limitados. Los más adictos tienen como única salida para saciar su mono acudir a la videoteca para recordar las procesiones que recorrían el asfalto gris de muchas urbes, antes de que llegara a nuestras vidas la Covid-19. Algunas cofradías han apostado por actos virtuales, pero me van a perdonar y ahora me pongo el traje de purista, no es lo mismo. Y eso que no me cuesta reconocer que vivo la Semana Santa como un mero espectador curioso, por lo que no me quiero imaginar qué pensaría si fuera uno de esos miles de cofrades que viven con pasión verdadera la Semana Santa.

Lo siento, pero las sensaciones que provocan el olor a incienso, el tronar de las cornetas y los tambores retumbando en tus tímpanos o las largas y frías esperas a pie de calle, no tienen nada que ver con los sentimientos que pueden surgir viendo dichas escenas a través de una pantalla. Es evidente que algo es mejor que nada, pero ni por asomo llega a mantener un pequeño porcentaje de lo que hace a la Semana Santa algo inigualable. Similar situación ocurre con el deporte profesional, que desde que ha desaparecido el calor del público, se ha enfriado tanto la temperatura que hasta me atrevería a decir se ha desvirtuado su esencia misma. Espero que cuando la pandemia nos deje en paz, volvamos a encontrarnos todos en las calles, sin tener que pasar previamente por procesiones serpenteando las ciudades sin personas haciendo un pasillo humano a imágenes y papones de carne y hueso.

Tras las polémicas recientes en relación a la autorización de actos de todo tipo que conllevaba la concentración de personas y, por lo tanto, el riesgo de poner una alfombra roja al coronavirus para que saltara de un cuerpo a otro, sólo cabe esperar que los que tengan que ver con la Semana Santa no se conviertan en un mal ejemplo. Esto es responsabilidad de los organizadores, pero también de los ciudadanos. El problema es que el hastío y el hartazgo es tan elevado, que puede haber personas que se quieran saltar las normas y un acto que debería ser íntimo, se convierta en un tumulto, carne de cañón para salir en el telediario. Y ojo, si ya hay gente que le tiene ganas a todo lo vinculado con la Semana Santa, se les estará regalando un argumento de peso para hacer comparaciones odiosas y estigmatizar todo lo que tiene que ver con esta celebración.
No les falta razón a aquellos que opinan que es incompresible la falta de coherencia y la disparidad de criterios a la hora de autorizar o no ciertos eventos a lo largo de toda la geografía española, pero es lo que tiene vivir en un país compuesto por demasiados reinos de taifas. Mientras tanto y hasta que esto no cambie, estamos obligados a aprender a vivir la Semana Santa de otra manera, sin olvidarnos de que hay toque de queda hasta para ‘matar judíos’.

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