Semáforo verde

José Ignacio García nos invita a descubrir el libro 'Sola', de la escritora Carlota Gurt

José Ignacio García
04/12/2021
 Actualizado a 04/12/2021
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‘Sola’
Carlota Gurt
Traducción del catalán al castellano de Palmira Feixas
Libros del Asteroide
Novela
376 páginas 1
8 euros


Llevo un tiempo empecinado en descubrir nuevos nombres femeninos de la literatura española que, como si fueran un ariete medieval o un rotundo equipo de antidisturbios contemporáneo, sean capaces de echar abajo las puertas de la novela o de la narrativa acomodada y comercial que tanto se estila últimamente.

Si, por lo general, estoy satisfecho con los descubrimientos que he realizado en estos meses, en el caso que nos ocupa estoy deslumbrado por la novela que acabo de leer, por una primera novela que parece la obra cumbre de una autora madura y consagrada.

Como aficionado al cuento, y a anotar nombres que puedan formar parte algún día de los libros colectivos que coordino, alguien me había hablado de una colección de relatos de una autora barcelonesa, ‘Cabalgar toda la noche’, con el que había obtenido en 2019 el premio Mercè Rodoreda. Nada más sabía de Carlota Gurt.

Por eso, cuando cayó entre mis manos ‘Sola’, empecé a ojearla con curiosidad, para dar paso luego al interés y dejarme llevar finalmente por una dependencia galopante que no me permitía dejar de leer.

Soy enemigo de esas listas de mejores libros del año que en unas semanas, como los crisantemos del frío, florecerán por doquier; más que nada porque solo sería rigurosa aquella nómina utópica que realizara un crítico independiente que hubiera tenido tiempo y humor para leer cuanto se ha publicado a lo largo del año. Sin embargo, sí puedo proclamar con una certeza contundente que la novela inaugural de Carlota Gurt ocupará, sin lugar a duda, un lugar de privilegio en el podio de las lecturas que más he disfrutado a lo largo de este dos mil veintiuno que amaga con venirse abajo estrepitosamente, como la estructura de un edificio aquejado de aluminosis.

‘Sola’ cuenta la vida de Mei, Remei, Xana, Rezzo o Monda, según quien hable de ella. Mei es una mujer de cuarenta y dos años, que acaba de perder su trabajo, que, con la excusa de escribir una novela, huye de Barcelona y de un matrimonio que no da más de sí, y se refugia en una masía campestre que perteneció a su familia, cuando ella era una niña y su madre una mujer muy popular por haber protagonizado un conocido anuncio publicitario.

Quienes me conocen saben que no me gusta destripar las novelas que recomiendo. Prefiero que sean los lectores los que vayan descubriendo los giros, las sorpresas, los entresijos, los intríngulis de cada libro. Y esa norma seguiré especialmente con ‘Sola’, una obra que no necesita ayudas, avales ni justificantes, porque atrapa al lector desde la primera frase, por mucho que la protagonista juegue con un amigo eremítico y hermético, llamado Flavio, a hacernos dudar de la calidad de su escritura, aquejada, por otra parte, de las dudas que afectan a todo escritor, cada vez que se enfrenta a ese monstruo aterrador que es el folio en blanco, por mucho que a Mei los que la asustan son los folios ya escritos e imperfectos.

‘Sola’ es una novela de huidas, pero también de obsesiones y de búsquedas. Mei es una mujer de extremos y altibajos, que escapa de una vida sin sentido, de la falta de trabajo y de amor, para buscar la libertad que le otorga la soledad cuando se encuentra, sin esperarlo, con la posibilidad de ser madre, cuando ya había desistido de la idea de concebir una criatura en su vientre. Ese posible embarazo será el germen de una serie de obsesiones cada vez más disparatadas y decadentes que se alimentarán con el dolor por una pérdida, por el enfrentamiento con su madre, por la añoranza de su padre, por las necesidades sexuales que conforme avanza la trama se tornan más acuciantes…

Estructurada como una especie de frenético diario sin fecha, como una cuenta atrás de continuas secuencias que ocupa ocho meses de la vida de esta tortuosa mujer, la novela combina frases o comparaciones luminosas y pasajes poéticos y descriptivos, de una belleza sublime, con diálogos, expresiones y escenas escabrosas, abruptas e impactantes que golpean y aturden al lector, como si acabara de recibir un puñetazo en la boca del estómago.

Hay mucho de encuadre cinematográfico en el planteamiento, con situaciones e imágenes que se visualizan de una manera casi táctil, que unas veces embelesa y otras enerva al lector. Pero eso es lo que busca Gurt con un continuo juego de provocaciones, de exabruptos, de onomatopeyas o de palabras encadenadas, que se van acrecentando conforme se adensa la trama y que hacen que el lector juzgue y tome partido a favor o en contra de la protagonista y de su deriva personal y psicológica.

Pero también la novela está llena de momentos mágicos y simbólicos: la aparición de la sangre menstrual sobre una superficie textil, utilizar las gafas de otra persona para tratar de ver el mundo con sus ojos, dejar empapar los cuerpos desnudos por la lluvia o por las aguas de un lago paradisiaco para que se purifiquen, destrozar para liberarse del pasado una urna de cerámica que contiene unas cenizas que hablan y observan…

Emplea también Carlota Gurt la ambigua figura de Flavio para añadir un apéndice tensional al argumento, y enmascara el desconocimiento de su pasado con la revelación de leyendas que no solo cautivarán a Mei, sino a muchos de los lectores. Y busca, además, un juego de complicidades cuando combina la estructura y el paginado de la novela que la protagonista está escribiendo con la numeración real de ‘Sola’, para coincidir –por ejemplo, y a modo de anécdota (que seguramente no será casual)– en la página trescientas veintidós, o en que ambas novelas, la real y la que escribe Mei y cuyo título nunca se desvela, cierran su viaje tras trescientas setenta y dos páginas de azarosas vicisitudes.

Asegura Mei en el tramo final, justo antes del endiablado desenlace que dejará sin respiración al lector, que «después de esto ya no podré escribir nada más, nunca más. No hará falta. Aquí lo he dado todo. Será una novela luminosa». Y espero, de corazón, que no sea una declaración de intenciones de la autora, sino una provocación literaria más de las muchas que bifurcan la novela. Porque quiero pensar que esta novela, donde predominan las tonalidades verdosas –desde la portada hasta los bosques, pero también en los jerseys, en las bufandas, en los vestidos de lino o en los chismorreos que se propalan a espaldas de la protagonista–, es solo el semáforo que se pone verde para dar la salida a una carrera literaria prolongada y triunfal.

José Ignacio García es escritor, crítico literario y coordinador del proyecto cultural ‘Contamos la Navidad’.
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