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Selectividad en el Reino de Taifas

18/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Las pruebas de acceso a la Universidad celebradas recientemente han dejado bien patentes aspectos organizativos que debían sonrojar a las autoridades académicas y desde luego a los políticos cuya misión parece ser atiborrar a la gente con urnas y propaganda incumplida y, sin embargo, lo primordial que es la organización y la eficacia brillan por su ausencia. El aburrimiento del electorado es manifiesto y sólo lo mueven a golpe de agitar fantasmas, pero lo que es ofrecer soluciones equitativas, justas y lógicas a los problemas de los españoles cada vez nos encontramos más abocados a la división y el asombro dentro del territorio español.

La ausencia de una política educativa coherente y moderna que logre un gran pacto nacional de unión, cohesión, eficacia, duradero y que logre resultados de acuerdo a las exigencias y estándares actuales, parece cada vez más alejado de los deseos de los que consideramos que es fundamental para el desarrollo y una convivencia que aparte los tópicos y los enfrentamientos en la vida del ciudadano y ahorre mucho tiempo y dinero a las administraciones.

No es de recibo que existan tantas pruebas de acceso como taifas autonómicos hay en esta España de postureo que sólo vive para mantener diecisiete administraciones paralelas, desbordadas por el gasto y la ambición política y algunas aspirantes a la independencia, e incluso abordando transgresiones de la carta magna española. No digamos si incluimos el varapalo a la lengua común de todos y a la sobredimensión que se ejerce en algunas taifas de la lengua regional.

Nuestros representantes de todos los signos prefieren dedicar su tiempo a la revolución trasnochada, los devaneos para lograr sillones en el mercadeo al uso, los juegos a escisiones territoriales y cambio de cromos, a la costumbre muy hispana del caciquismo local, el culto al jefe y mirar para otro lado, aunque el ‘tancredismo’ produzca una resultante que más de uno se ha tenido que tratar de ‘sobresaltos’ en su asiento y ‘escozores’ de los que todavía no se han recuperado.

De esta suerte, el mundo de la enseñanza se sorprende por la aplicación de unas pruebas de acceso farragosas, extensas y en extremo difíciles y distintas según qué comunidades, perdón, taifas. Es raro que no se quejen del idioma y de la falta de igualdad en territorios por este asunto.

Las autoridades educativas, como siempre, enfriando el asunto hasta que capee el temporal y el próximo año se repita el problema con menos virulencia porque se bajará la exigencia y así se controlará el sarampión.

Por supuesto, tertulias políticas y noticieros ya habrán aplacado su irritación y los estudiantes a lo suyo que son las vacaciones y las fiestas finales con plástico abundante y líquido inspirador.

Este asunto de la selectividad no es más que uno de los piquitos que se le ven al enorme iceberg, descomunal despropósito que es la educación en nuestro país, denunciado en múltiples ocasiones, reformado también varias veces con aplicaciones de leyes partidistas y fracaso de forma estrepitosa siendo el reflejo en la realidad que se plasma en los diversos informes y en la huida de personas preparadas a otros países porque aquí no encuentran aliciente ninguno.

Nuestro sistema de enseñanza debe recobrar el sentido de la calidad y la eficacia, la autoridad y el prestigio del profesorado, la exigencia a los alumnos y una excelente orientación a los padres de familia para que ejerzan sus derechos y no se inmiscuyan en las tareas profesionales politizando siempre una actividad que debe estar alejada de este matiz.

El poder político debe tomar decisiones eficaces y de una vez por todas solucionar este laberinto desnortado de competencias, de un curriculum único que respete las peculiaridades pero que tenga un tronco común obligatorio.

Sobre todo en el caso que nos ocupa hay una verdadera selectividad que se debe ejercer ya en los institutos con una enseñanza dual correctamente organizada que sirva para que la enseñanza profesional sea considerada y respetada, con la conexión necesaria hacia las empresas, coordinando la práctica con la teoría, sin olvidar la formación universitaria para los más vocacionales en la investigación y la creatividad.

Si queremos no dejar atrás la enseñanza y la educación se debe dar un paso adelante y configurar sus métodos, objetivos y contenidos dentro del marco de la modernidad entendida como práctica y teoría en todos los campos , extendida a todos los niveles ,comenzando por la enseñanza pública para que las oportunidades sean las mismas para todos, ya que el que dispone de buena cartera ya se la está ofreciendo a sus hijos que así conforman las elites de los cuadros de mando de la nación y lo que deseamos es que todos entren a participar en todo según sus capacidades, sin que la falta de medios les suponga un deterioro en su formación.

Evitaríamos así muchos gastos innecesarios que se reflejan en los presupuestos generales del estado y que están directamente relacionados con las costumbres, la buena educación , la formación ciudadana y el amor por su nación.
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