Seis años con otras miradas a una fábrica de luces en Ponferrada

El Museo de la Energía cumple sus seis primeros años de vida con distintas propuestas que le hacen verse en diferentes espejos

Mar Iglesias
15/07/2017
 Actualizado a 14/09/2019
La sala de calderas es uno de los puntos clave del Museo. | MAR IGLESIAS
La sala de calderas es uno de los puntos clave del Museo. | MAR IGLESIAS
Hace seis años abría sus puertas el Museo de la Energía, recuperando la mítica fábrica de la luz de los años veinte que dio vida económica y social a Ponferrada durante décadas. Tras una ardua restauración que incluso fue reconocida en 2012 por Europa Nostra, el edificio recuperó la vida y el sonido de su sirena, que aún sigue escuchándose en sus dependencias. Pero algo más queda dentro, que la encargada del centro, Yasodhara López ve como su gran activo «el aspecto humano». Compartir su recorrido con vídeos en los que sus antiguos trabajadores expliquen las dependencias es lo que más cala entre los visitantes. Y así ha crecido una visita viva durante todos estos años en los que el centro ha conseguido atraer a 135.000 visitantes, muchos propios, pero también otros muchos de fuera, principalmente de Madrid, País Vasco y Cataluña, ejes, sobre todo los dos últimos, muy interesados en el patrimonio industrial.

La remodelación de la central ya es en sí misma una justificación para visitar el museo, pero su interior guarda sorpresas que para los técnicos se convierten en auténticos caramelos como la sala de turbinas o de calderas, que parecen esperar a que los trabajadores vuelvan a coger sus monos colgados a secar para volver a los tajos. López considera que se ha conseguido que el Museo «se pueda ver de muchas maneras», aunque la visita guiada es la más seleccionada para hacerlo, pero las visitas históricas, de la mano de los pocos extrabajadores que aún quedan como Erin o Adonis, le aportan el calor humano a una fábrica, de por si, con su asociado lado frío. Además, el Museo se ha ido abriendo a actividades como exposiciones temporales o talleres para adultos y niños que cada vez tienen mejor respuesta.

Son siempre actividades relacionadas con el Bierzo, la ciencia y la tecnología y la historia, por lo que resultan didácticos y entretenidos «vamos puliendo cosas, pero intentamos siempre tener actividades». De hecho, según López, este año han realizado ya 54 talleres y ahora comienzan los campamentos de verano.A las visitas al museo se unen las actividades fuera de él, como el paseo por su jardín botánico, muy estudiado en cuanto a las especies que acoge, o distintos cursos de fotografía nocturna o veladas musicales que este año se cambiarán por más actividades educativas «siempre las estamos variando para que los escolares tengan cosas nuevas», dice López, muy satisfecha con la respuesta de los centros educativos, que ya comienzan qa estirarse fuera de nuestras fronteras «el boca a boca funciona y han venido ya desde Vigo y esperamos que sigan haciéndolo». Entre 5 y 6 trabajadores se encargan de seguir haciendo grande un Museo que nos habla de un pasado, pero también de un futuro.
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