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Se salió la cadena

17/05/2021
 Actualizado a 17/05/2021
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Te quitabas las madreñas para montar en la bicicleta, aquella endiablada máquina que te permitía, en unos minutos, atravesar el pueblo y subir hasta Cistierna, a ver el mundo. Y, una vez allí, los escaparates y la gente, y dar la vuelta por delante del ayuntamiento y bajar por la calle del cine en cuya fachada un cartelón con una mujer bellísima anunciaba una película que nunca jamás verías porque era cosa de mayores. De Sorriba en adelante, ya todo era sueño. ¿Dónde has estado? Por ahí, mama, con los otros chicos. ¿Cómo has tardado tanto? Porque se me salió la cadena. ¿Y, a quién has visto? A nadie. Pues ponte a estudiar que es casi la hora de ir con las vacas y todavía tienes sin hacer los deberes. Si, mama; ahora me pongo.

Ahora los llaman ‘neorurales’ Pero, para mí que a estos se les salió la cadena. Aunque tampoco hay por qué ‘amurniarse’. No saben lo que es un invierno. Tampoco saben saborear el silencio. Pero, aunque ellos no lo sepan, el silencio es una fresa. Tampoco saben del carácter misterioso de los seres humanos, y tan solo valoran a quién votan en las elecciones, y en qué supermercado de mentiras se abastecen. Ahora ya no se acepta lo que Hegel, (‘La fenomenología del espíritu’) dice: «La verdad, va, pues, aconteciendo». A otro que se le había salido la cadena.

¿Insinúa usted que a nuestra sociedad se ha aflojado algo? Exactamente. No hay más que ver el corto viaje de algunos vendedores de humo, o cortadores de coletas si lo desea, como los fundadores de Ciudadanos, o de Podemos, los cuales no han resistido su propio éxito y mueren de lo mismo que reniegan. De nada sirve discutir con la evidencia. Hoy en día se envejece enseguida. Se regresa de los viajes el mismo día que se emprenden.

En verano llegaban a Vidanes pueblo los veraneantes madrileños, y todo daba la vuelta. Ya no se iba a Cistierna. La villa de Peñacorada quedaba muy cerca. Había que ver quién llegaba antes a Villapadierna, donde la ruina de un castillo campeaba sobre la ribera. Y cambiabas la bicicleta de mujer de la hermana pequeña por la del padre, y emprendías la carrera, y después de 7 kilómetros de fatiga, unos metros antes de la primera casa, se te salía la cadena. Los ‘neorurales’ festejaban tu fracaso (como siempre). Era su triunfo ‘ayusal’ (de Díaz Ayuso) sobre la inocencia. Cuchicheaban que en el cine los hombres y las mujeres de Madrid se daban besos en la boca. Pero, verdad mama, no debía ser cierto.
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