Se acaban los pastores, sigue su tradición

Volvieron a sonar las cachas al golpear contra el varal en Joarilla de las Matas donde este lunes cumplieron con la parva, la danza de las cachas y las coplas de La Chaparrilla

Teresa Giganto
17/09/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Los hermanos de la Cofradía Virgen del Rosario, este lunes, tras la parva, danzando por las calles de Joarilla. | MAURICIO PEÑA
Los hermanos de la Cofradía Virgen del Rosario, este lunes, tras la parva, danzando por las calles de Joarilla. | MAURICIO PEÑA
Después de una noche de verbena en las fiestas del pueblo no son muchos los que pasean por sus calles de buena mañana. Madrugar no es un verbo muy de conjugar en las celebraciones a no ser que haya una buena causa para abandonar la cama: la parva. Esta fue la que no dejó este lunes aprovechar el catre a los hermanos de la Cofradía de la Virgen del Rosario de Joarilla de las Matas. Mientras el pueblo descansaba para afrontar el último día de fiesta en honor a la patrona, ellos ponían la camisa blanca y cogían la cacha para dirigirse a casa de Cristina, la mayordoma de las celebraciones de este año. Allí, entre orujo y unas pastas, iban y venían los recuerdos de estas fiestas y de tantas otras que vinieron antes. Contaban los cofrades que llegaron a ser hasta 40, hoy quedan 18, y que la fiesta era cosa de los pastores, un oficio antaño abundante en la zona pero al que hoy apenas se dedican un par de personas en el pueblo.

Entre las historias que salieron a relucir mientras empapaban un trozo de pan con aguardiente estaban las de quienes habían descansado poco. A la mayordoma y a su familia les dieron la noche. «¡Qué de telares me han preparado!», decía Cristina entre risas recordando que en la cama encontró caracoles y que los bancos y mesas del patio amanecieron en la calle por obra y gracia del humor del que tuvo salero para pasar por la tapia el mobiliario. «Antes nos las ha preparado ella», reía algún compañero de Cofradía mientras apuraba la parva. Una vez acabada esta, a la calle.

Tocaba representar la Danza de las Cachas, una tradición ancestral por la que vela la Cofradía y de cuya celebración hay constancia desde 1833. Ya el domingo danzaron ante la Virgen en el poco rato que esta obró el milagro de que dejase de llover. Entonces lo hicieron pertrechados con pellejos y este lunes con camisa blanca. No faltó la cacha ninguno de los dos días, elemento que evoca el pastoreo y con el que golpean un varal que va tocado con el escudo de León. Este sonido hace la competencia al de tamboril, percusión que acompaña a la dulzaina y junto a la que recorren buena parte del pueblo.

Otro de los momentos característicos de esta celebración, declarada de Interés Turístico Provincial, es ‘La Triste’, momento en el que uno de los danzantes es golpeado en el lomo por sus compañeros, con la mano o con la cacha, mientras corean una coplilla: «Triste y desconsolada en una cama estoy, pasando los tormentos mayores ayer que hoy, ¿cuál será el mayor tormento, cuál será el mayor dolor, cuál será el mayor tormento de mi triste corazón. ¡Viva la flor!».

Conforme la tradición avanzaba este lunes por las calles, eran más los vecinos que se unían a ella hasta llegar de nuevo a casa de Cristina para soltar el ‘borro’, un cordero «de buen año» del que dieron cuenta a la hora de la cena. Pero antes de la noche y tras la danza, otra vez la panza. Antes de la misa de difuntos por la mañana degustaron las sopas de ajo que preparó la familia de la mayordoma, un menú que ya delataba el olor que inundaba los alrededores de su domicilio, probablemente el más transitado de todo el pueblo desde que el viernes comenzasen las fiestas.

Mientras las sopas daban el último hervor al fuego, contaban Luis e Ignacio sus andanzas años atrás en esta fiesta conocida como la de los Pastores. Uno tiene 83 años, el otro 71. Son la memoria de Joarilla de las Matas. «Antes éramos muchos», contó Luis, «y venían pastores hasta de Izagre y de Albires y ahora nada, quedan dos pastores y se acabó». «A ver si se va enganchando la gente joven para que tiren de esta fiesta», comentó Ignacio, quien recuerda que lleva participando en ella desde que tiene 25 años.

Las cachas pasaron a descansar a un montón mientras comían las sopas. Por la noche el plato principal fue el cordero y el protagonismo se lo llevó La Chaparrilla, nombre que recibe una ronda que les llevó por casa de los vecinos cantando coplillas. «Es la parte más pagana de la fiesta y nos reímos mucho con ella», comentaron. Afinan los versos en los que recogen las mejores anécdotas del último año y comentarios socarrones cargados de ironía y crítica. Igual que lo hacían antaño, porque aunque se acaben los pastores, en Joarilla saben custodiar su tradición.
Lo más leído