Imagen Juan María García Campal

Se abrirán, se abrirán

01/04/2020
 Actualizado a 01/04/2020
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En verdad, creo ser bastante optimista. Suelo, cuando oigo la sirena de una ambulancia, pensar y decir: «¡un niño va a nacer!». Pero, no crea, esa y otras lecturas no me eximen de vertiginosas caídas al abismo. Escrito tengo en renglones cortos: «Las horas de mis días son/ indeseado viaje en montaña rusa». Aunque, si lo pienso más, a lo peor no es querencia a lo más favorable, sino cobardía o miedo al sufrimiento propio y ajeno. O quizá solo sea, harto de la socialización de miserias, un resistente intento de defender una más justa esperanza.

Quizá por estas dudas, cada vez con mayor frecuencia piense que, en realidad, esto de poder escribirle una vez por semana sobre cómo veo días y vicisitudes no sea otra cosa que también escribirme a mí, amén de suerte. Y más, en realidad tan aciaga como la que nos está tocando sobrellevar estas fechas de pandemia y cuarentena en que ya la mayoría de calendarios se decoloran hacia lo sombrío y ya no programan ni proclaman para la mayoría días brunos de curro ni rojos de asueto.

Aún así, confieso que, bastante gustoso de la soledad, no llevo especialmente mal esta quiebra de lo habitual. Claro que añoro los que serían primaverales paseos con la vida brotando y sorprendiéndome a cada paso. Claro que se me aprieta el alma y escalofría el cuerpo ante el forzado alejamiento de tantos: de las muchas personas que estimo, de las menos que quiero, de las contadas que amo. Mas creo que el más estricto ejercicio del aislamiento preventivo es ahora mi mejor manera de conjugar esos vitales verbos, haciéndome yo también objeto de todas sus transitividades gramaticales.

Incluso me vengo descubriendo ejercitante de otros aislamientos. Me estoy cerrando a toda comunicación con agoreros, con sabelotodo, con oportunistas, con tóxicos intoxicadores, con conspiranoicos y conspiradores, con telepredicadores por varia vía, con belicistas que ven guerra donde hay emergencia sanitaria o cárceles en sus hogares. En fin, con todos aquellos que, en vez de aportar ánimos, desconsideran a cuantas personas pueden aumentar su sufrimiento con sus acciones. Y no digo que haya que callarse lo que cada cual encuentre criticable. Digo que no es tiempo de mermar ánimos y aumentar temores, sino de cooperar al alivio de los miedos e incertidumbres de muchos conciudadanos. Tiempo habrá de hacer crítica a quien, según cada cual, proceda.

Hoy toca repetir que «más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas…».

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. ¡Venceremos!
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