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‘Satisfyer’ emocional

13/02/2020
 Actualizado a 13/02/2020
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Entre los piropos póstumos a David Gistau que el ‘pay-per-view’ de la prensa nacional ha dejado leer esta semana sobresale, por lo unánime, el de su convencida indiferencia ante las legiones de ofendidos. Tinta de ‘sudapollismo’ para publicar sin miedo a la dictadura de lo políticamente correcto, a que falte un sufijo de género o a toparse con un tuitero que opine diferente. Si alguna esperanza queda a la denostada profesión periodística es esa trinchera y no la de titular ‘Satisfyer emocional’ por un puñado de clics.

Por eso, el humilde homenaje que se puede hacer desde la prensa de provincias a un tío de los que siempre prestó leer es publicar algo sin atender demasiado al qué dirán. En la víspera de San Valentín, ¿por qué no hacerlo de la epopeya de entender la mente femenina? Hace unos días escuché a dos hombres conversando en una sala de espera y, ahora, me siento tentado a compartirlo: «Si le compro bombones me dirá que engorda y si le llevo flores saldrá con que tiene hambre».

¿Que qué me pasa? No sé, dímelo tú.

Cualquiera de nosotros sabe lo difícil que es encontrar patrones de comportamiento lógicos en el cerebro del otro sexo. Lo dice tu amigo el ‘fucker’, el que no se come una rosca y el otro enamorado que se casa en mayo: «A las mujeres no hay quien las entienda». También tu abuelo, al que ni unas bodas de oro le han dado todas las respuestas sobre la abuela. Piensas, tal vez si tuvieran un ‘Satisfyer’ emocional se acabaría con estas discrepancias.

A cualquiera de vosotras, ¿y qué duda cabe que con millones más de razones?, seguro que también os cuesta entender el, por llamarle algo, cerebro masculino. A veces primarios, a veces inmaduros: casi siempre somos hombres. Pensáis, tal vez si tuvieran un poco de comunicación emocional se acabaría con estas discrepancias.

Discrepancias que hay quien llama guerra de sexos, una contienda con mucho más de atracción que de enfrentamiento. Un sustancial pasatiempo a veces amoroso, a veces sexual y siempre emocional que, a pesar de dividirse como los aseos de un bar, no entiende tanto de géneros. Tampoco de vísperas de San Valentín. Un juego que comienza en cualquier lugar dónde dos personas, combínalas como quieras, se digan: «No sé, dímelo tú».
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