San Zoles volvió a ser una fiesta sin orquesta

El estado de alarma dejó al patrón de Fáfilas sin los planes previstos para este fin de semana que hubieran sido la verbena con el Grupo Radar y con Javier Arias el viernes y con Mescalina y Top Líder, el sábado. Nada se pudo llevar a cabo más que abrir la iglesia para limpiarla, ponerle unas flores al santo, tocar a fiesta las campanas "y como un día más de diario"

T. Giganto
31/05/2020
 Actualizado a 31/05/2020
Mauricia este sábado a las puertas de la iglesia de Fáfilas, donde si no hubiera sido por el estado de alarma hubiera sido fiesta. | MAURICIO PEÑA
Mauricia este sábado a las puertas de la iglesia de Fáfilas, donde si no hubiera sido por el estado de alarma hubiera sido fiesta. | MAURICIO PEÑA
La ‘nueva normalidad’ ya es vieja en Fáfilas. En esta pedanía del municipio de Villabraz de 14 habitantes la tranquilidad es el denominador común de todos y cada uno de los días del año, unas jornadas que a veces pueden transcurrir sin ver a los vecinos más que de ventana a ventana, cumpliendo así con el distanciamento social antes de que llegase un virus a imponerlo. La rutina de la calma se asienta en un bajo rodeado de oteros de cereal y franqueado por viejos palomares. Pero hay un fin de semana del año en el que la quietud solo llega de madrugada cuando se acaba la verbena. Es el fin de semana de las fiestas de San Zoles, el patrón del pueblo que se hubiera celebrado desde el viernes y hasta hoy pero cuya programación ha quedado suspendida y a la espera de poder fijar una nueva fecha para ellas en el calendario. Se quedó el Santo sin orquestas como le pasaba hace más de siete años cuando un pasacalles de dulzaineros y un picoteo para todo el pueblo eran las únicas actividades que había para honrarle. Pero gracias al empeño de los vecinos, aquello cambió y, no con poco esfuerzo y sí con mucha ayuda, consiguieron atravesar en frente de la iglesia el camión de una orquesta, poner una carpa, instalar baños portátiles, hacer una gran paellada el domingo y honrar así a San Zoles por todo lo alto. La pandemia no lo permite por el momento y este sábado frente a la iglesia, en busca de la sombra, solo estaban Gema y Silvia jugando con sus hijos mientras el presidente de la Junta Vecinal, Ricardo Pellitero, tocaba las campanas a fiesta encalomado a la espadaña de la iglesia.

Las puertas del templo estaban abiertas de par en par y nada más atravesarlas, el frescor del suelo dio señas de que acababan de pasarle una fregona. Más frescas aún estaban las flores del altar y las que tenía la talla de San Zoles a los pies, unas rosas bien hermosas que salieron de la huerta cercana que tienen Mauricia y Lorenzo. «No veas este año la de flores que tengo, está el patio guapísimo y oye, le traje unas pocas al Santo...», explica Mauricia apoyada a las puertas de la iglesia, junto a unos geranios trepadores en tonos lilas en cuyos tiestos no entra ni una flor más. Hasta allí no llega el sol intenso del mediodía tan propio de ‘La costa del adobe’, como pone en las espaldas de las camisetas de Gema y Silvia que, aunque sin fiestas propiamente dichas, no quisieron dejar pasar el sábado sin ponerse la indumentaria de las del año anterior. Por allí cerca corretea Mario, un pequeño del pueblo al que bautizaron el año pasado por San Zoles junto a otra niña, también del pueblo, Valeria. Con ello la fiesta fue más fiesta todavía pues no se dan las bautizos a pares todos los domingos. Este año ni siquiera han tenido la misa en honor al patrón y echando cuentas llegan a la conclusión de que no la hay desde el Día de Todos los Santos a las nueve de la mañana. «Y afortunados de que no ha tenido que venir el cura para hacer entierros», incide Pellitero. La programación de San Zoles ya llevaba meses preparada. El viernes por la noche hubieran contado con la actuación de Javier Arias y ‘The Hockerties’ y también con el Grupo Radar. El sábado, la noche iba a haber transcurrido a ritmo de rock con los grupos Mescalina y Top Líder. Y tal día como hoy, hubiera tocado comer con todos los vecinos y los amigos de los vecinos y los hijos del pueblo que se fueron pero que siempre vuelven en busca de sus raíces. A la pregunta de cómo puede tener un pueblo tan pequeño unas fiestas tan grandes no hay una única respuesta. Pellitero, el pedáneo, destaca que es cosa de la colaboración de la gente y amigos del pueblo, Gema recalca que son importantes las donaciones de dinero de personas anónimas que contribuyen a sacar adelante las celebraciones, y ninguno de los dos se olvida de los jóvenes que cada año se arremangan para echar un cable con tanto como sea necesario para que las cosas salgan bien. «Es un conjunto de todo, de colaboración, de ayuda... de que cada uno aporte lo que pueda. Y también de que los grupos Radar y Top Líder son amigos y vienen y disfrutan tocando tanto como nosotros viéndoles... Ellos hacen posible que las fiestas salgan adelante», asegura Ricardo que mira con preocupación al sector de la verbena. «¿Qué va a pasar con la gente de las orquestas y de todos cuantos mueven las fiestas y espectáculos? ¿Quién y cómo les van a ayudar? Tenemos que ver cómo hacerlo y no podemos descartar hacer fiestas, las tenemos en nuestros presupuestos. Es muy bonito bailar y cantar con ellos pero hay que estar a las duras y ahora es el momento. Por eso habría que plantease comprometernos a contratarles cuando pase todo, ver de qué manera...», comenta Ricardo, también buscando una sombra a la que van llegando recuerdos de otros San Zoles. «Cuando yo era un chaval, venían a tocar los Patatos de Valderas, después solo los dulzaineros y ahora, ya ves, tenemos orquestas», presume el pedáneo mientras Mauricia insiste en enseñar el corral donde tiene tantas y tan bonitas flores. Damos fe de su buena mano para la jardinería mientras cuenta toda una vida de pastoreo acá y allá, de un lado a otro, con seis embarazos y solo dos hijos logrados, con una historia a la que por si fuera ya poco dura ahora suma el vivir una pandemia a sus 75 años. Ahora se resguarda del sol en el portal de casa desde el que se despide hasta que se celebre San Zoles «pero de verdad». Con orquesta y todo, con gente en las calles, con reencuentros, abrazos, bailes agarrados, con invitados a la hora de comer y partidas de cartas en la sobremesa. Un San Zoles en el que la única prórroga sea la de tomar la última y marchar.
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