01/10/2017
 Actualizado a 09/09/2019
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Volviendo del periplo veraniego, me entretuve en el aeropuerto de Oakland eligiendo un diario local para leer durante el vuelo. Consideré que al New York Times le pillaba lejos esta parte de la costa oeste y que The Examiner, al ser vespertino, contendría información caducada. Reuní el último puñado de centavos y compré un ejemplar del San Francisco Chronicle. La cabecera, una de las más longevas en esa histórica bahía, mantiene un tipo de letra que resulta atractivo, no tanto su formato tipo sábana que obliga a doblar cada una de las cinco secciones con paciencia y esmero. El periódico, fundado en 1865, fue una atrevida apuesta de los hermanos de Young, Charles y Michael, nietos de un ministro francés en la España napoleónica, capaces de emboscar a un alcalde y acabar muerto el primero. La redacción original ocupaba uno de los primeros rascacielos de San Francisco, la actual, en South of Market (SoMa), pude visitarla hace años, cuando me las daba de emprendedor en la enésima fiebre del oro que vive esta zona. En sus vitrinas se guardan seis premios Pulitzer y en la hemeroteca sabias columnas dominicales como las de Herb Caen, que lo mismo descubría a los beatniks del Cafe Vesuvio que anticipaba aquel Summer of Love. Ya en el avión, adormecido por el esfuerzo que me provoca entender tantas páginas en inglés, pensé que sería buena idea hermanar periódicos al estilo de muchas ciudades. La capital del Bernesga, por ejemplo, une lazos con su tocaya de México pero también con la cercana Braganza, Chartres en el Valle del Loira o la urbe china de Xiangtan. Desde mi asiento, con los ojos ya cerrados, imaginé que La Nueva Crónica de León firmaba un simbólico acuerdo con los dueños del San Francisco Chronicle permitiendo el intercambio de periodistas entre ambas redacciones. Creo que en mi sueño Fulgencio Fernández grababa entrevistas en un antro de Chinatown, David Mirantes seguía una pista en los muelles de Sausalito y Sergio Jorge acudía a una gala en el barrio de Castro. Anochecía en Napa Valley mientras Susana Martín tomaba sus últimas notas en The French Laundry, cerca del taller donde Alfonso Martínez fabricaba, por fin, madreñas personalizadas. A la vez que Mauricio Peña enviaba una bella foto del Golden Gate para portada, Jesús Coca y Jorge Alonso apagaban las luces de su cabina en el AT&T Park de los Giants. La pena fue despertarme en plena turbulencia, justo cuando el joven director me estaba ofreciendo una corresponsalía en la isla de Oahu y alrededores.
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