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Riadas e identidad

19/12/2019
 Actualizado a 19/12/2019
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La identidad leonesa se manifiesta también en la respuesta ante las riadas. Con ellas se pone en cuestión la forma de gestionar las cuencas desde el remoto Valladolid, lejano en el plano mental. La avenida que estamos sufriendo es una más entre las muchas que los leoneses hemos experimentado durante siglos.

Los habitantes de la tierra leonesa estamos acostumbrados a convivir con los 3000 km de ríos que serpentean por nuestra geografía provincial, y con los muchos más todavía que surcan la Región Leonesa. Es un elemento diferencial más que nos convierte en ese mundo occidental tan alejado del relato vital castellano y tan innombrable allí. Que en la provincia de León se encuentre la mayor línea de surgencia de aguas dulces del interior peninsular forma parte de nuestra circunstancia. En la Región Leonesa el agua lo condiciona todo porque supone nieve, riadas, deshielos, puentes destruidos, carreteras cortadas, campos anegados durante semanas y otros efectos desfavorables. El agua también penetra en nuestra cultura con efectos positivos, como el suministro de aguas limpias para elaborar antibióticos, una gran variedad de alimentos, los lavaderos de carbón, la acidez que matiza nuestros vinos, o el característico ahumado de nuestros embutidos y curados. El agua y la nieve moldearon nuestra identidad con el almacenamiento de las cosechas en altura para que el suelo húmedo no las pudriese, con la atomización del poblamiento en aldeas próximas por la facilidad del acceso al agua, con las vacas de leche, que necesitan abundante forraje, solo compatible con el agua, con la densa red de canales que se sangran los cauces de los ríos para extender el cultivo de huerta, la pradera y el soto, etc. El agua es parte instrínseca de nuestro paisaje.

El agua está en el núcleo de lo leonés, pero mucho menos en Castilla. Por eso aquí hubo acuerdos y tradiciones colectivas para limpiar los cauces en facendera, para controlar la maleza en las riberas, para reconstruir los puentes y pontones cada primavera, desconocidos para nuestros vecinos. La cultura leonesa resolvió la convivencia con el agua sin la concurrencia de agentes exógenos, que ni conocen, ni saben, ni entienden estos comportamientos inmanentes y atávicos. Por eso los efectos de la riada fueron peores de lo que serían si los leoneses gestionásemos ese recurso, o al menos determinásemos las decisiones en torno a él.

En este momento la web de la Confederación Hidrográfica del Duero indica que el Esla en Benamariel lleva 455 metros cúbicos por segundo. El ‘padre’ Duero en Toro entra en León con 174 ¿Cómo aceptar los mismos criterios para toda la cuenca?
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