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Reunión de pastores

30/11/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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"Reunión de pastores, oveja muerta" sentenciaba mi abuelo Jacinto de Villanofar, casado en Villacidayo. Aunque entonces las ovejas, las vacas, las caballos, y hasta los pavos, compartían los espaciocomunales de pación, dependiendo de la época del año, en aquellas veceras gobernadas por el vaquero mantenido por el común y con la ayuda, por riguroso turno, de la mocedad de cada casa, no seguían otro curso que el que marcaban los concejos comunales. Quien mejor que lospropios interesados, para manejarse en asuntos de ese jaez.

Ahora no. Al igual que, con las DOT, nada pintan ya los ayuntamientos en el gobierno y disposición de sus límites, así también las juntas vecinales ya no mandan en sus pastos, lo que, especialmente en la montaña, significa perder los pocos ingresos y lo que les quedaba por dilucidar en el concejo a mano alzada. Ahora existe el CAP (Coeficiente de Administrabilidad de Pastos) organismo que determina, desde su sede central regida por funcionarios, dónde y cuándo han de balar los tiernos ternerillos o dónde defecar las vacas no estabuladas.

Estos días se celebra (Fundación Entretantos) una JTP (Jornada de Territorios Pastoreados) en la que se hace saber, supongo que con intención instructiva, que en la montaña las zonas de pastos "suelen tener rocas y suelos desnudos, pendientes de terreno, y densidad de cubierta arbustiva y arbórea". Y así, ya, los cuatro vecinos que quedan de ganaderos en la montaña saben a qué atenerse a la hora de elegir para dónde echan a pacer las ovejas, los caballos, o las vacas, con lo que la impagable ayuda de la administración queda patente una vez más y con ello su ayuda a la sostenibilidad de la población en las zonas rurales.

Mucha coña, sí. Pero la montaña se muere. «Entre todos la mataron y ella sola se murió» sentenciaría, de vivir, mi abuelo Jacinto. Porque no hay más que hablar un par de horas con alguien que esté viviendo en y de la montaña para hacerse una idea del desaguisado que ha supuesto la disparatada legislación de asuntos que por siglos se regularon desde los concejos, cayendo en el disparate de las DOT y las CAP, y toda la parafernalia de ocurrencias elaboradas al margen (y hasta en contra) de los intereses de los escasos habitantes de aquellas zonas apartadas en las que, acaso tan solo el viento continúe campando en libertad. Aunque, para algunos, eso sólo, ya sería motivo suficiente para quedarse allí, en aquellas altas tierras, a vivir. Como escribió Pessoa (R. Caeiro) en sus poemas inconjuntos: «Sólo por oír pasar el viento ya vale la pena haber nacido».
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