Reteitando el chozo de los pastores de Mena

Babia todavía huele a pastoreo, a rebaños y a chozos. Y a diez valientes que este sábado desafiaron al pésimo tiempo y subieron los cinco kilómetros que hay hasta la braña de Mena para restaurar el chozo de pastores, "reteitando bajo la lluvia"

Fulgencio Fernández
20/10/2019
 Actualizado a 20/10/2019
El plena faena, bien tapadas y con guantes pero manos a la obra de teitar.
El plena faena, bien tapadas y con guantes pero manos a la obra de teitar.
Si Babia es sinónimo de algo —al margen de reyes que allí vivían como reyes— es de ganadería, de rebaños, de pastores y de chozos.

En Riolago de Babia está la Casa del Parque, que ni puede ni quiere permanecer ajena a esta realidad ganadera, por lo que a su monitor —y experto montañero— Iván Domínguez se le ocurrió la idea de restaurar el chozo de la majada de Mena, que tenía agujeros, alguna gotera y tal vez escobas ya excesivamente secas para su función. «El problema es que no sabíamos teitar, en este caso reteitar... pero nos parecía algo novedoso, que merecía la pena intentarlo».

También Jose, el presidente de Mena, mostró su predisposición a restaurar el chozo y algo más: «Mi tío Manuel Castro, aunque fue minero y es algo mayor, sabe teitar y seguro que accede a ser nuestro profesor, a dirigir la obra».

Y aceptó.

Ya estaba la idea en marcha. Iván Domínguez pidió voluntarios para la iniciativa y pronto se apuntaron alrededor de veinte, para la jornada de este sábado.

Jornada que no apareció precisamente seca y soleada, llovía con ganas. Muchos pensaron que estaría suspendida la actividad pero allí se presentaron una decena de valientes dispuestos a reteitar bajo la lluvia. Merece la pena recoger sus nombres pues son unos valientes que, además, mostraron su voluntad de restaurar el chozo. «Si a ello sumas que habíamos encargado las empanadas en la panadería de Riolago, que habíamos encendido la chimenea del refugio que está cerca, que las botas de vino también estaban llenas, en fin, todo preparado... pues a teitar», explica Iván Domínguez, que resalta el buen ánimo del maestro teitador, «que ya tiene más de setenta años».Habían acudido a la llamada de Iván gentes desde León, la mayoría; un integrante del Grupo de Montaña de Babia, Roberto, otro vecino de Villaseca... Montse Aguilar, Pablo Domínguez, Laura Melcón, Mónica Franco, Roberto González, Roberto Valderas, Ana María Cid, Alberto del Amo, Manuel Patricio, el profesor, Manuel Castro, y el convocante. Manos a la obra.Lo primero era hacerse con escobas verdes, que no era gran problema pues en los montes de alrededor de la majada estaba lleno de ellas. Las cortaron con las características que Manuel Castro les pidió y pasaron a un trabajo en apariencia sencillo pero muy complicado pues hay que tener en cuenta que esta capa vegetal que se coloca es la única defensa contra las inclemencias en un lugar a mucha altitud, azotado por vientos y tempestades. Además de su función natural, en muchas ocasiones, en invierno cuando ya no están los pastores, estos robustos chozos, con una parte inferior en piedra, también sirven como refugio a muchos montañeros y caminantes; al margen de ser una estampa muy apreciada por andarines y, sobre todo, fotógrafos.Recuerda Iván Domínguez que no resultaba fácil trabajar con «la que estuvo cayendo a lo largo de toda la mañana, la mayoría llevaban ropa apropiada, en teoría, pero todos cogieron una chupa que van a recordar durante tiempo».Y en ningún momento cejaron en su empeño de seguir, fueron reponiendo escobas de la parte inferior hasta que, en un momento determinado, el maestro teitador, Manuel Castro, les echó una mano: «Yo ya tengo una edad, en el refugio está la chimenea encendida, las empanadas esperan, el vino también... ya habrá tiempo de acabar este teito».Dicho y hecho.
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