"Repartir flores me aburre como periodista y como lector"

David Rubio, director de La Nueva Crónica, acaba de publicar ‘Donde no me llaman’, una selección de sus columnas de opinión desde el año 2008

Fulgencio Fernández
02/05/2021
 Actualizado a 04/05/2021
El director de La Nueva Crónica, David Rubio, autor de 'Dónde no me llaman'. | SAÚL ARÉN
El director de La Nueva Crónica, David Rubio, autor de 'Dónde no me llaman'. | SAÚL ARÉN
David Rubio es periodista y escritor. También director de La Nueva Crónica, que será un privilegio pero le chupa la sangre a los otros dos oficios que, además, son su vocación. Le quita tiempo a su condición de escritor y le impide hacer lo que más le apasiona como periodista, escribir, pues reconoce que «sé que un director más bien tiene que facilitar que escriban los demás». Huye a veces de su mesa de directory hace algún reportaje, recordando sus años en la vieja La Crónica y, a su vez, tiene una válvula de escape semanal en los artículos de opinión en las páginas del suplemento dominical. Tal vez no haya elegido las propias páginas de opinión para ser menos director y más columnista. Un reciente libro —'Donde no me llaman'— recoge una selección de sus columnas, desde el año 2008 hasta ahora y en esta entrevista se muestra tan sincero y libre como en ellas. Es de agradecer.

– Lo primero que llama la atención es que publicas el libro no con una editorial, con dos ¿Poderío?

–El libro, con fotografía de portada del gran Jesús F. Salvadores, lo editan Héctor Escobar y Miguel Riera, de Eolas y Menoslobos, dos editores tan valientes, tan activos y tan dispuestos a sumar talentos en vez de a envidiarse y putearse, que no parecen de León.

–Al lío, que dirías tú ¿Qué son las columnas de opinión para ti?
–Al grano. Las columnas de cada domingo han sido una especie de flotador para mí, porque lo que más me gusta es escribir pero sé que no es la función de un director.

–¿Y cómo disocias al periodista D. Rubio del director?
–No es fácil escribir opinión siendo el director de un periódico, porque algunos columnistas entienden que eres tú el que establece el rumbo y los límites, y yo desde luego sólo concibo la opinión desde la extrema libertad y, en mi caso particular, desde la crítica, porque repartir flores me aburre como periodista y como lector. Y, en esa crítica, por lógica, salen peor parados los que están en el poder.

–¿Y quién censura al director?
– El mismo que a todos vosotros pues presumo de no haber censurado nunca a ningún colaborador y, al mismo tiempo, los mayores líos que he tenido como director han sido casi siempre por opiniones. Desgraciadamente, hay gente que no sólo no valora la libertad sino que la desprecia poniéndola a prueba en causas sin sentido.

He escuchado 40 veces '¿Pero yo qué te he hecho?', y he tenido que aclarar que no pensar igual no quiere decir que me hayas tenido que hacer algo –En una recordada columna de David Rubio ponías a caldo a alguno de los que cada día te cruzas por la calle ¿Cómo se lidia al día siguiente volver a cruzarlos?
–En ciudades como León el periodismo no es de trinchera sino de cuerpo a cuerpo, porque antes o después te acabas encontrando con aquellas personas a las que has criticado. Y, claro, hay gente que no entiende que tú no pienses igual que ellos y consideran que, por tener una opinión distinta o crítica, tiene que haber siempre algo personal. He escuchado 40 veces “¿Pero yo qué te he hecho?”, y he tenido que aclarar que no pensar igual no quiere decir que me hayas tenido que hacer algo. Claro, que si además lo has hecho… .

–Uno de los ‘traumas’ de todo periodista es que al entrar en un bar se expone a que le digan aquello de «eso que ponéis hoy no es así», aunque no lo haya escrito quien entra al bar y ni siquiera haya salido en su periódico. En un directorla situación será aún más complicada.
–Uff. - El periodismo es un sector condenado a pagar las consecuencias de todas las crisis, las económicas, las sociales, las políticas... También las sanitarias. Está volviendo a pasar con la pandemia. La profesión ha perdido mucho prestigio y, en gran parte, es culpa de los propios periodistas. Creo que va implícito en la profesión: la lucha de egos impide el corporativismo y que seamos un sector que haga respetar sus derechos y, en cambio, nos pasamos la vida ayudando a los trabajadores en conflictos ajenos.

–Vivimos tiempos complicados, sobre todo para el periódico de papel. Las redes trabajan por su cuenta, a su bola y sin ningún control; las ediciones digitales dan gratis aquello que en el papel cuesta dinero ¿Hay luz al final del túnel?
– Los medios han tardado tanto en buscar un modelo de negocio sostenible que entre todos hemos generado un lector acostumbrado al todo gratis, dispuesto a criticar con saña la falta de calidad o de independencia de los periodistas pero no a valorarla, porque de momento son muy pocos los que pagan por obtener información de calidad.

Si el mercado publicitario o las instituciones sólo valoran el número de visitas, si el lector sigue sin entender que tiene que pagar por informarse, se fomenta el sensacionalismo –¿Hay defensa frente a la dictadura del ‘me gusta’, del prestigio medido simplemente en el número de visitas?
– Si el mercado publicitario o las instituciones sólo valoran el número de visitas, si el lector sigue sin entender que tiene que pagar por informarse, se está fomentando el sensacionalismo, algo que siempre ha estado vinculado a esta profesión pero que, en estos tiempos, alcanza cotas de terrorismo digital.

–¿A qué deformaciones del periodismo y sus valores clásicos podría llegar esta batalla nada incruenta a la que parecemos abocados?
–Las cosas han llegado a un punto que, si te paras a contrastar un dato, a buscar otra fuente o a pensar un verbo, te quedas fuera de la carrera por el clic y, al final, parece que eres tú el que peor lo ha hecho.

–Decías que las exclusivas ya son agua pasada, a pesar de su tradicional buena prensa; ¿la siguiente víctima puede ser el periodismo de calidad o ya lo está siendo?

–Con las redacciones tan debilitadas, con la batalla por el clic completamente canibalizada, devorándonos a nosotros mismos, no sólo es que la información de calidad no se valore, es que al final tenemos todos la misma, o no tan diferente. Las exclusivas hace tiempo que desaparecieron porque parece que es más importante tener en tu redacción a un informático o a un matemático que a un periodista.

–Parece obligado a la vista del panorama descrito, ¿qué nos queda?
–Precisamente por todo eso creo que la opinión es el último salvavidas del periodismo, básicamente porque te puede gustar más o menos, te puede servir para informarte o para reafirmarte en tus ideas o también en tus complejos, pero desde luego es algo que nadie te puede copiar, lo que hoy en día se puede considerar todo un elemento diferenciador del resto de los medios y periodistas. De ahí que me haya animado a que viera la luz esta selección de mis columnas.
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