Relato: Suena siempre así

La propuesta de Héctor Escobar para el libro 'Y nos dieron las doce. Antología de relatos navideños', el proyecto cultural 'Contamos la Navidad'

Héctor Escobar
10/01/2021
 Actualizado a 10/01/2021
| CARLOS VELASCO
| CARLOS VELASCO
Aquel día el frío inundaba las calles de la pequeña ciudad de La Martina. Desde la ventana principal de la cafetería del viejo teatro, observé a un joven tocando la guitarra bajo un soportal al borde de derrumbarse. La guitarra era una Martin & Co con el desgaste propio de varios años de ir deambulando de un lugar a otro. Esas cuerdas sonaban francamente bien. Apuré el café y dejé el periódico sobre la barra al tiempo que me despedía del barman. Me encaminé hacia aquel joven cuando empezaban a intuirse los primeros acordes de ‘Knocking on Heaven’s door’, esa puerta a la que todos llamaremos algún día. Era el 25 de diciembre de 1989 y todavía los ecos de la caída del muro de Berlín acariciaban mis oídos.

Me apoyé durante unos minutos en una vieja columna de madera para escuchar al joven soñador. Su voz era grave y atraía a los transeúntes mientras sus dedos, escondidos bajo unos guantes amputados, se movían ágiles con la memoria de unas notas tantas veces rasgadas. Los tímidos aplausos y el sonido de las monedas adivinaban el final de la actuación. Me acerqué hacia él para felicitarle e invitarle a un ttrago. Aceptó sin dudarlo. Me interesaba su historia. Nos adentramos en el bar de la estación, yo pedí té verde y él un vaso largo de Jack Daniels, necesitaba calentar el alma. Me dijo que venía del sur, en busca del frío y mejor suerte, al tiempo que movía la pierna y se mordía los labios. Su rostro tostado por cien amaneceres apuntaba a una vida en la intemperie y a un futuro incierto. Charlamos sobre música, músicos, instrumentos y sobre la naturaleza humana. Pudiese ser que fuésemos almas gemelas. Coincidíamos en muchos aspectos, compartíamos gustos musicales e incluso vitales, pero nos distanciaba el vértigo. Era Navidad y le invité a dormir en casa. Preparé la cena y departimos frente a la chimenea hasta las tres de la mañana. Se acostó en la pequeña habitación para las visi- tas y me dio las buenas noches mientras dejaba caer una nota de su guitarra. Al amanecer ya no estaba en casa. Me dejó sobre la mesa del escritorio la letra inacabada de una canción, era una invitación para que yo la terminase. Era la historia de mi vida, una breve melodía. Era Navidad.



Relato incluido en el libro ‘Y nos dieron las doce. Antología de relatos navideños’ del proyecto cultural ‘Contamos la Navidad’.
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