Reivindican un homenaje a los "héroes" del accidente de tren en el túnel de Torre

El autor de 'La verdad' que aporta luces a lo que han sido elucubraciones, Vicente Fernández, echa en falta una placa a Benito Caballero, que rescató a más de 20 personas

Mar Iglesias
26/12/2019
 Actualizado a 26/12/2019
Llamativa portada del libro de Fernández, con el multitudinario entierro de las víctimas inmortalizado.
Llamativa portada del libro de Fernández, con el multitudinario entierro de las víctimas inmortalizado.
Ha habido homenajes a las víctimas, siempre en un número abultado, incluso más de lo que la tragedia en sí daba, pero aún no a algunos «héroes» concretos por los que siguieron viviendo heridos que, sin ellos, no lo hubieran hecho. Tras el accidente ferroviario del túnel en Torre del Bierzo, en 1944, algunos de los pasajeros se convirtieron en rescatadores a aplaudir, como fue el caso de Benito Caballero, marinero de Santoña que «llegó a rescatar a más de 20 personas», reivindica Vicente Fernández, autor del libro ‘La verdad’, desde el que se destapa la realidad de un accidente sobre el que corrieron ríos de hipótesis, el mayor a nivel ferroviario por el número de víctimas y de ferroviarios que quedaron en él y que ahora él ha venido a destapar.

Fernández vuelve la vista a aquel fatídico3 de enero de 1944 antes de que el tren Expreso Correo 421 llegara, herido en sus frenos, al desaparecido túnel 20, de la línea Palencia-La Coruña,para convertirse en fuego. Lo hace con el bolígrafo cargado de nombres a los que dar protagonismo para que su libro sea el de las gentes «y poner la verdad, mi verdad, sobre la mesa». El escritor rebaja las cifras que estaban tatuadas en el testimonio colectivo. La primera, la de las víctimas. Se llegó a hablar de mil, la cifra menor de 250, pero Fernández pone nombre a 100 que son las que considera que realmente existieron, de las que 19 eran ferroviarios y hasta 59 tenían relación con el mundo del tren.

Fernández desmonta el número de muertos de la tragedia, que deja en 100, de ellos cinco eran bercianosDesmonta también que no se abonaran las pertinentes indemnizaciones por esos fallecimientos, ya que asegura que hay documentación al respecto de que sí se hizo «el 97% cobró», asegura, solo tres personas no lo hicieron pero por circunstancias muy especiales - un recién nacido, un huido de la justicia que llevaba siete años con nombre falso y un ferroviario que entró en el vehículo como polizón, sin abonar el billete-.

Otra de las realidades que destapa es que el coche no iba a una gran velocidad como se decía «se hablaba de que iba a 100 km/ hora. Si hubiera sido así, con esas curvas tan cerradas, no habría quedado nada». Fernández tampoco ve una censura férrea del franquismo para aportar información sobre la tragedia que, eso sí, llegó a los altos tribunales para definir una responsabilidad que finalmente no señaló a nadie. Pero el proceso fue largo y doloroso. En él hubo dos implicados fundamentales, el jefe de la séptima demarcación de Renfe de todo León, Luis Razquin, y el maquinista Julio Fernández. El autor también desmonta la presunta obligación a la que sometió Razquin a Fernández para que siguiera trayecto «se dijo que le había sacado una pistola, pero no fue así».

Los testimonios que ha seguido en sus pesquisas determinan que ni siquiera el maquinista reconoció esa coacción, aunque también apunta a que Razquin era militar y que no necesitaba recurrir a esas tretas. Ambos, finalmente, se libraron de las responsabilidades, aunque el proceso tenía a otros dos implicados más, Salazar, que era ‘visitador’ y responsable de examinar el funcionamiento de las máquinas y Eugenio López Romeu, alto cargo de Renfe que se desplazaba a Madrid.

La historia es un cúmulo de casualidades desde que la máquina Mikado «titular» sufriera una avería en la presión de los frenos. Eso hizo que se decidiera proceder al cambio, antes de salir, por la segunda máquina de repuesto, que también se estropearía para recuperar la primera «Torre era la cuarta estacióndesde León, muy importante, con 94 ferroviarios» por el traslado de carbón.

En La Granja se estropeó la segunda máquina y se decidió colocar la primera y el resultado fue que los frenos dejaron de funcionar. Eso se sabía en Torre tras el paso de la máquina por Albares, puesto que el pitido desde allí, cuando el Expreso no se detuvo, fue constante. Había un mercancías en la vía que esperaba tener tiempo de quitarse antes de su llegada, pero no pudo y se preparó para un primer impacto que no hubiera tenido importancia si no hubiera sido por el descarrilamiento de parte de ese mercancías y un segundo impacto. Eso provocó una tragedia dantesca, pese a que el tren iba a 30 km/h, porque, para cúmulo de males, el accidente se produjo en el túnel y el tren se incendio.

El impacto hizo que los tres primeros vagones de los 12 totales se convirtieranen un acordeón de muerte imposible. Los viajeros quedaron atrapados, algunos mutilados, pero la mayoría murió calcinada, por no poder salir del tren.

«A la gente de Torre aquello le impactó muchísimo y eso hizo que no se quisiera hablar de ello», más que por algunos que utilizaron la pertenencia a la tragedia en beneficio propio «tal vez por darse importancia o por ideología», criticando la censura de lo sucedido. Pero Fernández asegura que ya el primer día, la prensa recogió 26 muertes en el suceso. No eran todas, pero era la estimación inicial. Él ha conseguido «colocar» en cada vagón a 76 de esas víctimas. «En el primer vagón no murió nadie», relata, en el furgón siguiente cuatro salieron para dar el freno y el resto, 10, murieron calcinados. Los dos coches correo siguientes contabilizaron un muerto.

El coche de primera fue el más mortuorio con 23 víctimas y el siguiente, otro de primera, con 12. La mitad de ese vagón quedó fuera del túnel. El mixto de primera y segunda, que no entró tampoco, contabilizó 17 muertos y el módulo de tercera 7. La mayor parte eran militares, marineros...y entre ellos algunos bercianos: Ana María Rodríguez de Ponferrada, Eloy Blanco de Carucedo, Andrés Fernández de Castropodame, José Isidro López de Toral y Luciano Pintor de Magaz de Abajo.

Una tragedia que supuso para Torre un llanto eterno que ha materializado en homenajes a las víctimas y que quiere ahora recordar en un museo en la Estación, pero Fernández considera que falta también ese aplauso a los héroes que demanda desde su publicación.
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