Regreso al pasado

En España hay 170 centros de educación diferenciada, y unos 50 son concertados. La polémica sobre si deben darse conciertos económicos a colegios con este modelo educativo, es un debate que surge cada cierto tiempo y que suele resolverse a golpe de sentencia.

Sofía Morán
12/05/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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La primera vez que escuché a otra madre defender la educación diferenciada, cuando yo no pensaba en colegios, ni en posibles ofertas educativas porque Dimas aún era un bebé, me resultó chocante. Sentí un rechazo inmediato, difícil de disimular, mientras pensaba en una especie de vuelta al pasado, aquella educación del ‘Florido Pensil’ y los capones indiscriminados.

Ella, madre de una niña, una mujer formada e independiente que me hablaba sin pudor de las bondades de que niños y niñas estudiasen en clases diferentes. Mi cara de extrañeza y el bombardeo de preguntas a las que la sometí, no debilitaron un ápice su seguridad y pleno convencimiento de que la educación diferenciada era, sin duda, la mejor educación para su hija.

Un tiempo después de aquello, hace apenas unos meses, tuve la oportunidad de charlar con una profesora que, en algunas etapas de su carrera, había impartido clase en este tipo de centros. Fue ella quien se encargó de explicarme que la separación no se debe a motivos religiosos, sino al hecho de que niños y niñas maduran a un ritmo diferente, y por ello tienen necesidades diferentes. Tener la posibilidad de enseñarles por separado, atendiendo esas necesidades específicas, hace que se obtengan mejores resultados académicos. Asegurando siempre las mismas metas, objetivos, medios y calidad de la enseñanza para unas, y para otros, pero en distintas clases.

Tras la charla, me volvió a sorprender su confianza, su seguridad, sin embargo, a ella no le extrañó mi escepticismo.

En España hay 170 centros de educación diferenciada, y unos 50 son concertados. La polémica sobre si deben darse conciertos económicos a colegios con este modelo educativo, es un debate que surge cada cierto tiempo y que suele resolverse a golpe de sentencia.

Estarán de acuerdo conmigo en que en estos tiempos diversos que vivimos, resulta difícil pensar en eso de colegios para niños, y colegios para niñas, o la versión ‘light’, donde los centros son mixtos en el recreo y comedor, pero luego, chicos y chicas estudian en aulas separadas.

Sin embargo, todo lo que huele a viejo, a rancio, y a retrógrado, puede convertirse de un plumazo en lo más puntero e innovador.

Llega Islandia, ejemplo de innovación educativa y el país más igualitario del mundo, y nos revienta los esquemas.

Leía hace unas pocas semanas, que Margrét Pála Ólafsdóttir, maestra y feminista convencida, arrasaba en Reikiavik con un modelo diferente de enseñanza, un currículo que separa a niños y niñas la mayor parte del día, y donde se trabaja teniendo en cuenta las debilidades de cada sexo, para intentar compensarlas. Afirma que «ellas son más rápidas y capaces aprendiendo, pero no creen en sí mismas, en que sean fuertes y puedan alzar sus voces. Nosotros las emponderamos». Y ahí lo tienen, la maestra pasándose por el arco del triunfo todo aquello de la discriminación por sexos, la segregación y la polémica que siempre le acompaña.

Pála ha recibido la mayor distinción del país por su innovación educativa. El 8% de los niños islandeses de entre 18 meses y 9 años, asiste a alguno de sus centros, la gran mayoría concertados con los ayuntamientos.

Sea como sea, les aseguro que a mí me gusta ver a Dimas trabajar con su amiga Lucía, ver sus diferencias, sus dificultades y sus fortalezas. Ver cómo colaboran y se prestan ayuda.
Es posible que la educación diferenciada mejore los resultados académicos de sus alumnos, pero es importante tener en cuenta que en el colegio no sólo aprenden matemáticas, lengua, ciencias o inglés; también a tomar decisiones, a gestionar conflictos con otros compañeros, a manejar emociones, propias y ajenas, a ver que no todos somos iguales, a conocer y valorar las diferencias… y todo ello, sólo puede darse en un entorno mixto, igualitario y diverso.

Ni por rancio, ni por moderno, sólo por sentido común.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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