22/08/2021
 Actualizado a 22/08/2021
Guardar
Hace justamente 20 años el Real Decreto 247/2001 del 9 de marzo del 2001 puso fin a más de dos siglos de reclutamiento militar, o lo que es lo mismo, a la obligación de todo joven de ir a la ‘mili’, a no ser algún menoscabo físico o mental. Quienes cumplían la mayoría de edad debían de incorporarse a las filas del ejército recibiendo el nombre ‘quintos’, entrando con ello en un sorteo que marcaba su cuartel de destino. El menos deseado es que te tocase ‘para África’ (Ceuta, Melilla, Ifni o Sahara), cumpliendo un servicio militar de 18 meses.

El nombre de ‘quintos’ proviene de un conjunto de personas obligadas a servir como soldados. Está práctica se creó en tiempos del reinado Juan II de Castilla (1406-1454), según el cual, uno de cada cinco debía servir en el ejército, disposición que se retomó en 1705 durante el reinado de Felipe V.

El hecho de entrar por edad en calidad de ‘quinto’, se celebraba de muy distinta manera según la localidad. Entre los muchos espectáculos de quienes entraban en quinta, voy a referirme a dos que tenían lugar en tierras zamoranas y que he tenido la oportunidad de presenciarlos, cuyas víctimas propiciatorias eran pobres animales domésticos. En Villamor de los Escuderos los ‘quintos’ pasaban a galope al lomo de caballos arrancando el cuello de uno de los gallos que colgaba atado por sus patas de un larguero de madera o de una soga. Esta práctica se abandonó por su crueldad a finales de la década de los setenta del pasado siglo.

Otro ritual de celebraciones ya abandonadas de los ‘quintos’ tenía lugar en Manganeses de la Polvorosa. A principios de la década de 1990 estalló una polémica a raíz de una fiesta tradicional del pueblo llamada ‘salto de la cabra’, en la cual los ‘quintos’ tiraban una cabra desde el campanario de la iglesia a una lona sujetada por los mozos. La polémica que despertó esta práctica cruel en los medios de comunicación hizo que el alcalde prohibiese la fiesta en 2002. La cual sigue celebrándose cada año a finales de enero por San Vicente Mártir, aunque la cabra dejó de lanzarse desde el campanario y ya solo se paseaba por el pueblo acompañada de los ‘quintos’, limitándose éstos a tirar desde la torre una cabra de cartón piedra.

Dentro del riquísimo elenco de expresiones de corte taurino, se utiliza el aforismo «no hay quinto malo». La versión más verosímil respecto a su origen hay que situarla anteriormente a que se realizase el obligado sorteo. En ese tiempo los ganaderos fijaban libremente el orden en que habían de pisar el ruedo sus toros, reservándose el quinto como mejor o de más confianza de un total de seis. La pelea del torero con el sexto y último pasaba, pues, más desapercibida que la del quinto, por ello el público raramente se quedaba hasta finalizar la corrida.

La expresión ‘quinta columna’ ha pasado de España al extranjero para designar a las fuerzas disolventes o enemigas que operan en el interior de un país, cuyo origen se establece durante la Guerra Civil del 36. La pronunció el general Queipo de Llano desde una emisora de radio, en Sevilla, cuando, al tener lugar la ofensiva de las tropas rebeldes hacia Madrid, dijo que avanzaban hacia la capital de España cuatro columnas y una ‘quinta’ funcionaba dentro de Madrid, dispuesta a actuar en el momento oportuno. La expresión se internacionalizó para designar generalmente a las fuerzas comunistas que en el interior de su país actuaban al servicio de Rusia y de la Komintern o constitución de una unión de partidos comunistas. A quienes integran estas fuerzas se les llama ‘quintacolumnistas’.
Lo más leído