¿Quién no ha escuchado un milagro del doctor Rivas de Cistierna?

El doctor Rivas ya falleció en 1998 pero es muy complicado que se olvide su nombre en toda la montaña pues, al margen de tener una calle en Cistierna, son muy frecuentes las historias de ‘los milagros’ realizados con su bisturí

Fulgencio Fernández
22/03/2020
 Actualizado a 22/03/2020
El recordado doctor Rivas en plena operación rodeado de su equipo, entre los que se encontraba su mujer, María Cristina García Monje.
El recordado doctor Rivas en plena operación rodeado de su equipo, entre los que se encontraba su mujer, María Cristina García Monje.
Si quieres desatar una conversación en Cistierna y toda aquella montaña —también más lejos, sobre todo en las cuencas mineras—es muy fácil, solo tienes que pronunciar un nombre: «El doctor Rivas». El de la clínica, el de la calle... Rivas, sin más.

Es cierto que son muchos los médicos que han dejado profunda huella en los lugares que han ejercido durante años, sobre todo en la época heroica de ir a visitar a los enfermos a sus casas, en condiciones difíciles, muchas veces a caballo. Pero en el caso de Julio José Hernández Rivas las historias han tomado la categoría de leyenda y, en muchos casos, casi de milagro. «Su fama llegó muy lejos, una vez vinieron a buscarlo para un caso grave desde Posada. Fueron un tramo en camión, después a caballo y finalmente sobre raquetas por la nieve pues no sabía esquiar». Pero llegó y operó a aquel  paciente ‘in situ’ pues era imposible el traslado del accidentado hasta su clínica.

Al estar en una cuenca minera los accidentes de mina forman parte de las historias más repetidas que se cuentan de este médico llegado desde Salamanca, pero que se enamoró de esta tierra y decidió aparcar un brillante porvenir en la capital charra pues no en vano había sacado la carrera «con matrícula en todas las asignaturas», según recordaba en una vieja entrevista su viuda, María Cristina García Monje, licenciada en Ciencias Químicas también en Salamanca pues allí conoció al entonces estudiante de Medicina en la facultad.

Cuenta uno de sus hijos, José María, que su padre, para hacerle ver a su madre cómo valoraba que estuviera a su lado en la gestión de la clínica  «siempre presumía de tener como contable a una licenciada», mientras la aludida recuerda las tareas que llevaba a cabo: «En realidad yo dirigía el sanatorio, llevaba la administración, los empleados, hacía las compras... Él lo que tenía que hacer era operar, que lo hacía como nadie».

El fenomenal ambiente humano que Rivas encontró en la comarca y un recordado grupo de amigos que allí se juntaron fue fundamental para que este médico salmantino decidiera hacer su vida en León. Entre el grupo de amigos se encontraba otro recordado personaje, el juez Quirós, titular entonces del Juzgado de Cistierna.

Julio José Hernández Rivas había  nacido en 1927 en un pueblo de la provincia de Salamanca y llegó a Cistierna con su familia en 1957. Rivas ya tenía las especialidades de Radiología y Cirugía y se hizo cargo de un pequeño sanatorio que había en el pueblo, aunque importante para la época, ya tenía tres plantas. Formó un importante equipo familiar pues durante muchos años su hermano Mariano fue el anestesista y también estuvo un tiempo otro hermano, Francisco, como pediatra, al margen de la presencia en tantos cometidos de su mujer. «La medicina era una tradición en su familia. Su padre había sido médico,  también los fueron su abuelo y su bisabuelo, y médicos eran sus hermanos»; pero María Cristina García Monje siempre reivindicaba que «pese a todos esos antecedentes él no era médico por tradición familiar, sino porque era su vocación y su pasión. Le encantaba su trabajo y hasta el último día estuvo comprando libros, se los enviaban desde la Librería Cervantes de Salamanca».

Esa pasión por la medicina es la que protagoniza buena parte de las anécdotas, teniendo que ir el doctor Rivas a la clínica a cualquier hora del día o de la noche para atreverse con arriesgadas operaciones, tantas veces fruto de accidentes de todo tipo. En este apartado encontrarás a muchos vecinos que alguna vez se pusieron en manos de Rivas con una fe ciega.

Un cáncer le complicó mucho el final fe su vida, pese a luchar con todas sus fuerzas, según recordaba su viuda:  «Lo intento todo. Primero se trató en Madrid con Piñeiro y finalmente aceptó un tratamiento experimental en Navarra, que se utilizaba en África para las infecciones intestinales y retrasaba el cáncer. Así vivió tres años más, hasta 1998».

Ahí acabó la vida del doctor Rivas de Cistierna, pero no su leyenda.
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