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¿Quién hundió la mina?

09/08/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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De las muchas fuentes de riqueza material del Bierzo probablemente la más significativa haya sido la minería. Pero nadie podía imaginar que iba a tener un final tan desolador. Prácticamente no queda nada. O mejor dicho, lo único que queda es mucho carbón, tal vez perdido para siempre en las entrañas de la tierra.

Ya hace veintitantos años llegaban al pie de algunas bocaminas toneladas de carbón extranjero que se mezclaban con el autóctono o se vendían por separado, porque era más barato comprarlo fuera que extraerlo aquí. Ahora se han quitado los escrúpulos y, una vez cerradas la mayoría de las minas, se trae directamente y descaradamente a la térmica, rechazando el que pudieran producir las pocas explotaciones mineras que aún quedaban en activo, con el consiguiente deterioro de los puestos de trabajo, cada vez peor pagados. Es como si a la hora de vender los pimientos del Bierzo en lugar de producirlos en tierras bercianas se importaran de Marruecos o si las uvas empleadas para elaborar el vino del Bierzo se trajeran de Grecia, con la consiguiente ruina de nuestros agricultores. Y todo esto en nombre de la economía de libre mercado, aceptada como si fuera un dogma de fe.

Durante las últimas décadas todas las diferentes opciones políticas han hablado de la defensa de la minería, sobre todo en forma de promesas, pero a la hora de la verdad, en la práctica nada se ha hecho, no sabemos si por falta de interés o por impotencia. Otro tanto podemos decir en general de las centrales sindicales, que han sucumbido ante los intereses de un capitalismo salvaje. Aun nos viene a la memoria cuando en la década de los noventa organizamos la Coordinadora Faberense para la Defensa de la Cuenca. De unos y de otros no recibimos más que críticas, si bien ahora el tiempo nos ha dado la razón.

¿Quién tiene la culpa de todo esto? ¿A quién beneficia? Dicho con una gráfica expresión latina: ‘Cui prodest?’ Ciertamente todo ha estado muy bien calculado. Cuando hace casi diez años se construyó la hermosa carretera entre Quintana del Castillo, mi pueblo, y el puerto de Manzanal, no era pensando en los cepedanos que vivíamos en el Bierzo, sino para facilitar ese desfile interminable de camiones que vienen de los puertos asturianos directamente a las térmicas bercianas, como si se tratara del cortejo fúnebre de nuestra minería. Con dinero para prejubilaciones y donativos y subvenciones que no sabemos a dónde han ido a parar se han acallado muchas voces críticas, pero el daño es inmenso.
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