24/03/2021
 Actualizado a 24/03/2021
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Aquel día era pura rutina. Me levanté, fui a correr un rato, desayuné y fui a trabajar. Después a comer, vuelta a la redacción y, cuando ya era hora de recogerse, aparecí yo por el bar. No había muchas ganas de trasnochar, por eso me fui pronto, pero ese ‘pronto’ para cualquiera es muy tarde, casi la perdición del día siguiente. Y de aquella noche. Pura rutina.

Para los que somos del Barça, que un chaval lleve 15 años metiendo 50 goles como mínimo por temporada es casi hasta poco, pero para los demás debe de ser una cosa normal, visto lo que se habla de él. Nuestra rutina es y será siempre algo extraordinario, demasiado bueno como para comparar con nimiedades. Quizá porque hay quien lucha por un título o porque lo que realmente importa es la eternidad... Por eso es tan difícil volver a la normalidad. A la vieja o a la nueva. Y por eso la necesitamos tanto. Un poco por nostalgia, porque no hacemos más que recordar lo que teníamos antes, que era tan bueno en nuestra mente, pero también por sentirnos con esa pequeña libertad que nos daba el día a día. Libertad que ahora no está en entredicho, pero en la que hay quien se cobija para justificar sus miedos o sus inquietudes. O buscando una eternidad mala entendida, que de todo hay.

La cuestión es saber qué queremos. ¿Vivir de esa pequeña libertad? ¿De esa nostalgia? ¿De la ‘pura rutina’? Ojalá fuéramos capaces de decidirlo con toda la capacidad del mundo, pero lo que está claro es que no todo depende de nosotros, por más que nos pongamos en manos de las administraciones (para bien y para mal) pero también en la responsabilidad propia como bandera. Con el covid y sin él. Y encima hace sol. Y frío.

Yo, mientras tanto, sigo pensando en el día a día, una fórmula que quiero mantener para poder tener esa pequeña libertad con la que alardear de buena nostalgia y mala memoria.Y, de paso, llegar a la eternidad. Pura rutina.
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