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Punto de encuentro

12/12/2014
 Actualizado a 14/09/2019
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Cantaba Rita Pavone, en los 60, «porqué por el fútbol me abandonas» pensando en un engaño del marido. Eran otros tiempos, la música era melódica y decía cosas; España se iba abriendo como un cascarón a otras perspectivas menos inocentes y más turbias que nos han abocado al lodo en que nadamos. Y ahora, aclaro, no existe la excusa de la dictadura.
Posiblemente la Pavone fuera hoy al calcio y tifosi. Es la democratización del fútbol. La degradación de la palabra democracia.
Pero hay otros deportes donde se suda más la camiseta y el pellejo; donde no basta la habilidad, sino inteligencia.
El baloncesto desata pasiones –la demencia del Estudiantes– sin embargo no hay mallas ni fosos entre la afición y la cancha; el balonmano, de extrema dureza por su intensidad y fortaleza; el esfuerzo y elegancia, del tenis donde reinan los buenos modales y la soledad de estar jugando hasta tres horas. Pero el deporte más agresivo no es el fútbol, sino el ajedrez, donde dos ejercitos regicidas pugnan a muerte. Jaque mate.
Pero hablamos de deporte. El fútbol es otra cosa, punto de encuentro de amor y odio a partes desiguales; irracionalidad, racismo, blanqueo de dinero, evasión fiscal y barbarie. El balón o los jugadores, son lo de menos. Lo fundamental es la masa y el anonimato que esta propicia. Los mayores exabruptos y despropósitos que fuera nos avergonzarían, aquí son posibles.
Los sucesos a orillas del Manzanares, que podrían haber ocurrido en cualquier otra ciudad, son tratados como algo anecdótico por la prensa, clubes, federacion e Interior cuando, en realidad, era una concentración de indivuduos con tendencias homicidas que se materializaron en la cruel matanza y ensañamiento de uno de los participantes.
Entre tanto tópico sólo una verdad. Las palabras de Luis Enrique del Barcelona: «Si echamos a la gente que insulta de los campos, nos quedamos solos, incluyendo a los futbolistas».
Pero la Guerre de Troie n’aura pas lieu.
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