15/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Voy a escribirles rápido, antes de que se vaya la conexión a internet. Es lo que tiene cuando una escribe desde ese lugar que se llama pueblo donde sus habitantes son tratados como ciudadanos de segunda. Desconexión. Vuelvo a este rincón todavía en blanco después de 5 minutos en los que la luz roja del router ha parpadeado vacilante, sin causar efecto en ello el viejo truco de encender y apagar el aparato. Continúo con presteza antes de que se vuelva a caer el chiringuito. Eso, que parece que quienes vivimos en los pueblos tenemos que asimilar que tener servicios tan básicos como la sanidad, la educación, la cultura o una carretera sin baches es un lujo solo al alcance de las urbes. Desconexión. Vaya, parece que las cosas se ponen feas por los conductos de la red con la que Movistar trae al pueblo internet. Tan feas que sumamos otros 5 minutos de luz roja intermitente, como si fuese el cuadro de luces del router el cartel de un burdel de la última carretera de León.Ya puedo decir que llevo más tiempo esperando a escribir que escribiendo. Apremio. La cuestión es que las administraciones deberían emplearse a fondo en dotar de servicios al medio rural. Que esto no se convierta en el cuento de nunca acabar de hay poca gente, pongo pocos servicios, entonces como no hay nada, me voy a la ciudad. Desconexión. Mucho había tardado la luz verde y fija en la caja esta que está cogiendo más temperatura que la chapa roja del Barreiros un mediodía de agosto al sol. Al mismo nivel se ponen mis nervios, que se me agota el tiempo, la paciencia y el espacio en la desventura de vivir en un ‘pueblo 0.0’. La cuestión es que sé de jóvenes que quieren trabajar en la tierra en la que se criaron o en la que les han cobijado pero los tiempos… Desconexión. Los tiempos exigen una conexión decente para la administración y gestión de cualquier empresa. Pero en algunos rincones es indecente… Desconexión. Y hay políticas que van dirigidas a conectar el medio rural pero nadie exige nada a quienes bajo su monopolio condenan a los pueblos a la precariedad de internet. Las grandes compañías no invierten en ellos, no son rentables. Hace poco que se apearon de la burra para arar con que ahora bien pueden navegar por internet al mismo ritmo al que se jalea el garañón por los caminos. Desconexión. Con tanta interrupción no alcanzo a entender de dónde me sale la ironía. Desconexión. Y antes de dar un puntapié al router, que quede algo claro: no necesitamos que nadie venga a salvarnos, solo queremos que las administraciones doten al medio rural de instrumentos que nos permitan poder elegir si quedarnos a vivir en él. No… Desconexión. No queremos… Desconexión. No queremos irnos a la fuerza.
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