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¿Protege la mascarilla en exteriores?

26/12/2021
 Actualizado a 26/12/2021
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Se podrían hacer muchas cosas útiles, pero en lugar de ellas se ha escogido legislar con una subnormalidad: la mascarilla en exteriores. Casi dos años después y seguimos en las mismas, con unos gobernantes dando palos de ciego, como si tan larga pandemia no hubiese aportado ningún tipo de experiencia ni conocimiento sobre la misma.

Puede parecer un sinsentido, pero todo encaja: la idea de los que mandan es que dé la impresión de que hacen algo para combatir el coronavirus, aunque la realidad sea que se limitan a pegar patadones para arriba. Me recuerda a un jefe que tuve en una empresa anterior. Cuando le preguntábamos qué sentido tenía todo ese trabajo en el que andábamos, que no tenía repercusión ni servía absolutamente para nada, él nos respondía: «Hay que seguir pedaleando, chicos, que aparente que la bicicleta se mueve. Si no, nos echan a todos».

Aquí no funciona esa ideologización enfermiza que gangrena el mundo moderno. Políticos de todas las tendencias –del PP y del PSOE, del PNV y ERC– suplican al Gobierno que obligue a los ciudadanos a llevar el tapabocas, como dicen nuestros hermanos de Iberoamérica, aunque se camine en soledad por la calle. Ello no obedece más que al deseo de lavarse las manos, como Poncio Pilatos, y derivar la responsabilidad desde los que tendrían que responder por ello hacia los mismos ciudadanos. Estos, en lugar de pedirles cuentas hacia los que echan balones fuera, se vuelven contra sí mismos, recriminan a otros como ellos para que se pongan la mascarilla, le hacen el trabajo sucio a los gobernantes. Estos –el Gobierno central, concretamente– para justificarse esgrimen como argumento de autoridad un supuesto informe científico que en realidad es una encuesta realizada por el Instituto de Salud Carlos III a mil personas de la calle con su opinión personal sobre el barbijo (otra bella voz, en este caso del Cono Sur).

Lo cual conecta con otro aspecto importante: los que manejan el cotarro saben que una medida tan inútil y desconectada de la realidad cuenta con una gran aceptación entre la población, desde el momento en que se ha visto que la gente no ha dejado de usar la mascarilla al aire libre desde que dejó de ser obligatoria, hace más de medio año, aunque no sirva para nada. Se ha optado por satisfacer al sector más envejecido de la sociedad, atemorizado de manera machacona por los informativos televisivos y por los representantes políticos. Unos y otros no han parado de pedir medidas más restrictivas, aunque fuesen cosméticas, como la prohibición de las fiestas de nochevieja, para tratar de maquillar el pánico. El miedo, ya se ha repetido muchas veces, es irracional. Y hacer leyes en función a él es cualquier cosa menos inteligente.
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