24/03/2021
 Actualizado a 24/03/2021
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La publicidad es un espejo en el que nos reflejamos. Es condición indispensable para el vendedor saber a quién vende y cómo es. La novedad es un argumento valioso en manos de los publicistas, por lo que la publicidad también nos avanza el mundo hacia el que vamos y cómo cambiaremos. Entendida como tendencia, que va del presente al futuro, la publicidad puede resultar un parámetro útil para indagar sobre el progreso.

Tomo como ejemplo el siguiente anuncio. Un niño sentado en una silla. En la mano un bolígrafo, en la mesa un cuaderno, quizás algunos libros escolares. Está haciendo los deberes. Los hace en la cocina de su casa, mientras su padre recoge cacharros, friega platos o corta zanahorias, ahora no recuerdo exactamente qué, pero no importa, la idea es clara, como la luz de la escena que trasmite un ambiente cálido y amable. El niño le pregunta al padre el nombre del volcán que cubrió de lava, de cenizas y muerte la ciudad de Pompeya y a sus habitantes. El padre, hasta entonces sonriente, incluso feliz, de repente se ve sorprendido en delito de ignorancia. Azorado busca la manera de ocultarle a su hijo que no sabe. Los hijos creen que un padre lo sabe todo, que todo lo puede. «Papá, haz que tosa la ballena». Busca el escorzo para que el hijo no vea y susurra a un aparato la pregunta, igual que un suplicante consultaba al oráculo. El aparato tiene nombre: ‘Alexia’. Alexia responde: El Vesubio. El padre respira y traslada a su hijo la respuesta. Alexia le ha salvado.

Aparentemente Alexia es la imagen concreta del progreso. Ya nunca dudaremos. Sin embargo, algo chirría y causa desazón. Habrá quien lo vea como una herramienta para la enseñanza y el aprendizaje. Personalmente desconfío. Sólo enseña datos. Aprender, enseñar, implica una relación entre alumnos y maestro. No existe aquí, falta también lo corporal. La maquina impone una transmisión unilateral, deshumanizada, pobre. Más grave aún, la maquina se impone como autoridad frente a la que no cabe ningún cuestionamiento. La enseñanza desaparece. Externalizamos nuestro conocimiento, como la recogida de basuras.

Hay progresos que son sólo desarraigo y de los que una vez inermes ya no podremos defendernos. Termino con John Berger: «El pasado se hace obsoleto. En consecuencia, la gente pierde su personalidad, su identidad. Y entonces han de encontrar un enemigo a fin de definirse».

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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