Préstamos de asientos contra el covid

La Facultad de Económicas potencia las medidas para evitar los contagios con la unión entre la innovación tecnológica y la entrega de profesorado y alumnado

Sergio Jorge
23/11/2020
 Actualizado a 23/11/2020
Un aula de la Facultad de Económicas, en la que se guarda la distancia de seguridad entre el alumnado. | MAURICIO PEÑA
Un aula de la Facultad de Económicas, en la que se guarda la distancia de seguridad entre el alumnado. | MAURICIO PEÑA
La vuelta a las clases en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de León no tuvo nada que ver con la del curso pasado. Pero la incertidumbre ante las medidas sanitarias que se iban a tomar para evitar los contagios se quedaron a las puertas del edificio, porque el alumnado se dio cuenta poco a poco que el trabajo de plantificación realizado por el Decanato y el profesorado se había traducido en un buen número de pequeñas y grandes acciones en las que se aúna el compromiso del personal junto al de los estudiantes con la innovación tecnológica.

La entrada al espacioso hall de la facultad ya da una idea de que el edificio está adaptado a las circunstancias: pasillos de entrada y salida marcados en el suelo, gel hidroalcohólico tanto en la puerta principal como en cada aula, felpudos de desinfección... Pero el paseo por todas las instalaciones sirve para descubrir unas cuantas medidas que van más allá de las ya habituales en decenas de infraestructuras públicas de todo el mundo.

Porque una de las novedades que ha puesto en marcha esta facultad de la ULE, tal y como remarca su decano, José-Ángel Miguel Dávila, es que «igual que se prestan libros o recursos tecnológicos, ahora se prestan asientos». Es la nueva filosofía para un centro educativo que ha ideado un sistema por el cual en cada momento se puede saber quién se ha sentado en un sitio determinado y, por tanto, quién ha estado en los lugares más cercanos, para así poder hacer el rastreo en el caso de que se detecte un positivo entre los alumnos y alumnas o entre docentes y resto del personal de la facultad.

Este sistema, implantado de forma pionera en la biblioteca de Económicas, permite que el alumno tenga que reservar un asiento, ya sea en cajoneras o en las mesas habilitadas para el estudio o para consulta de libros u otro tipo de publicaciones. De esta manera, tiene un espacio de tiempo asignado en un lugar determinado, donde siempre se respeta la distancia de seguridad y está desinfectado para minimizar los riesgos.

Tanto la ubicación como el tiempo que ha permanecido en ese asiento se guarda, puesto que antes cada usuario tiene que completar un formulario, para que así conste y se tenga la información para futuras necesidades. Y es que si se detecta un positivo, es así mucho más sencilla la labor de rastreo por parte del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Universidad de León, que es la entidad que se encarga de detectar y buscar más contagios en el campus. La biblioteca es sin duda una de las zonas más tranquilas de la Facultad de Económicas, pero no por ello se dejan al margen otras medidas de higiene, como la limpieza exhaustiva o la purificación del aire con los dispositivos adquiridos para ello, que tienen filtros Hepa. Pero el conjunto del edificio puede albergar cientos de personas, por lo que las medidas tienen que estar adaptadas en todos los espacios, sobre todo en las aulas, donde cada día pasan decenas de alumnos. Hay que tener en cuenta que son más de 1.500 los estudiantes matriculados en los seis grados que se imparten en esta facultad (Administración y Dirección de Empresas, Comercio Internacional, Economía, Finanzas, Marketing e Investigación de Mercados y Turismo, además del doble de ADE y Derecho), así como varios posgrados y másteres y dos grados internacionales (con las universidades de Seinäjoki, de Finlandia, y Tlaxcala, de México). Todo ello eleva la movilidad dentro del edificio, por lo que desde la primera semana de clase se creó un sistema para que la mayor parte de los alumnos pudieran ir a clase sin que por ello tuvieran que correr un riesgo sanitario, al tiempo que se garantizaba la continuación de la enseñanza en el caso de que hubiera positivos, tanto del profesorado como del alumnado. Y todo ello gracias a la tecnología, aliada clave en esta vuelta a las clases en en la Facultad de Económicas, tal y como especifican tanto el decano como la vicedecana de Actividad Académica, Cristina Gutiérrez. Por ello no es de extrañar que todas las aulas tengan en primer lugar otro mecanismo para facilitar el rastreo en el caso de detectar contagios. Y es que cada alumno o alumna tiene que escanear el código QR que hay en los asientos habilitados en las aulas, justo en el momento en el que empieza la clase, para que así quede constancia de dónde y cuándo ha estado ubicado. Pero además las cámaras permiten ver las clases y, por tanto, al profesor y la pizarra, en otra clase o desde su casa, para así permitir que se pueda seguir la enseñanza aunque una persona no pueda desplazarse a la facultad. De hecho, el decano incide en que uno de los objetivos al retomar las clases este año era «garantizar la presencialidad». Para ello, se han tenido que «reubicar las asignaturas», más que las clases, tal y como especifica Gutiérrez. Y eso es porque la mayor parte de los cursos tenían asegurada la posibilidad de seguir las clases de forma presencial, puesto que la facultad cuenta con aulas de grandes dimensiones, y se han podido mover todos los horarios para que el alumnado pudiera ir sin problema, sobre todo en los primeros cursos de cada grado. «En 3º y 4º ha habido un 90 % presencial», apuntan, por lo que los pocos alumnos que en algunas asignaturas no podían ir al aula de forma presencial, lo hacían en otros espacios habilitados para ello, en las denominadas aulas espejo, o desde el domicilio mediante los equipos telemáticos.

«No han hecho falta los turnos rotatorios», explican sobre el modo de organizar las decenas de asignaturas que se imparten cada día en esta Facultad, en la que la colaboración de todos los estamentos ha supuesto que «se estén dando pocos positivos, y los contagios no son en el edificio», pese a que ya han pasado dos meses desde que se iniciara el curso académico.

Esta prueba de fuego se está pasando con éxito por las medidas implementadas, pero también por el compromiso de todos los implicados, desde los profesores a los alumnos, pasando por el resto de trabajadores del centro, puesto que todos han trabajado con «adaptabilidad, resilencia y responsabilidad».«Los datos avalan que estamos haciendo bien las cosas», apuntan. Y eso garantiza por tanto el objetivo de seguir con la enseñanza presencial, ya que «las pantallas ayudan, pero no resuelven».

«Lo que podemos aportar al alumno no es solo conocimiento, sino la propia vida», tal y como expone el decano, para el que «el futuro de la Universidad de León pasa por mantener la presencialidad, porque si no lo consigues, si vas hacia un sistema virtual, compites con cualquier universidad del mundo, y lo que nos diferencia es la presencialidad». Y eso que con el covid «se ha renunciado a muchas cosas», como la imposibilidad de que muchos trabajos o clases se presentaran en persona, sino desde el domicilio, pero José-Ángel Miguel Dávila reivindica que en la Universidad «no solo se ofrece conocimiento, sino que se adquieren habilidades y destrezas», que muy difícilmente se ofrecen de forma virtual.
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