Préstame las piernas

27/05/2021
 Actualizado a 27/05/2021
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Es cuestión de apostar por el equilibrio, por el reparto lógico, que es tanto como decir «hagamos caso a la razón», si fuera posible. Que en este caso no lo va a ser, pero sería bonito por aquello tan viejo de «si non e vero e ben trovato». En lleunés, prestaría.

Sería bonito que se pudieran cumplir los sueños de la mujer de las zapatillas de andar por casa, con la bata guateada, que son las mismas de sentarse al sol, de dar el paseo, de llegar a esa edad indefinida en la que empiezas a creer como una realidad incuestionable aquello de que «lo que quita el frío, quita el calor». En lleunés, me da lo mismo casi todo.

Sería bonito, aunque el chaval de las deportivas no lo haya soñado, que él se sentara a escuchar a la abuela de las zapatillas de felpa de andar por casa. Que se quitara los cascos y escuchara las historias de la familia, aquellas de las que tan orgullosa se siente la abuela, los avatares de aquellos tiempos difíciles de los que salieron apretando los dientes y racionando los garbanzos hasta entregarle al nieto un país que no lo conoce ni la madre que lo parió, aunque la abuela ya ni se acuerde de quien fue aquel Alfonso Guerra que le arrebató la frase a la secuencia de los tiempos.

Si el chaval se quitara los cascos y guardara el móvil podría sentir la sensatez y la templanza, la suavidad de las palabras de quien le sobrarían motivos para hablar a voces, para sacar los pies del tiesto... pero ella, la abuela de las zapatillas de felpa, sabe que lo peor que vivió, mucho más duro que los trabajos y los días, fue hijo de los días de la ira, de las palabras escupidas, de las ideas disparadas en vez de razonadas...

Y, como no le puede ceder las piernas, que él la lleve del brazo paseando por el pueblo. Nada más bello.
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