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Prendedores y emprendedores

10/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Con este título nos referimos a dos grupos, parecidos morfológica, pero no semánticamente. Los primeros, ya han ‘emprendido’ –¿ves?– su campaña y los incendios se van sucediendo. Los instigadores podrían ser ciertos empresarios que rentabilizan la madera quemada, más barata y desbrozada que la procedente de una tala. Aunque también, quienes se ganan la vida apagando las llamas, Para que haya algo que apagar, primero hay que prender o emprender. Están también los aldeanos que la toman con los rastrojos y se les va de las manos.

Los amigos de las barbacoas, a la cabeza de los más lerdos. Y, a la zaga, los de las paellas. Comen más sano, pero son igualmente irresponsables. No menos, los fumadores que tiran las colillas, a su suerte. Está también, la vesania del que goza, como un Nerón, viendo las llamas devastadoras. Pero ¿cómo olvidarlos? Los políticos y responsables de la limpieza y mantenimiento del monte y sus animalillos.

De la especie de los ‘emprendedores’ también se habla mucho. Quizá demasiado. Desde la Junta a la Universidad, pasando por todos los ayuntamientos, diputación, estamentos y organismos como del Ildefe, sindicatos, el Juan Soñador y un sinfín… tienen planes para el empleo.

De momento la pléyade que ocupa los puestos de estas instituciones, informadores, asesores, conferenciantes, etc. con el fin de ilusionar a los que buscan empleo, ya están colocados. Y son un montón de puestos los ‘vende humos’. Pero la realidad son sueldos de pena e inseguridad. Al final, muchos jóvenes inquietos –camelados– se lanzan al piélago empresarial. Pronto descubren que, lo que les han contado, es mentira y que las trabas: tasas, permisos, plazos… vienen del Ayuntamiento, la Junta y los bancos. La peor solución, pero la más habitual, son los ahorros de la familia que alcanzan para un comienzo en precario. «Para empezar, esto nos llega». «Cuando las cosas vayan bien, lo adecentamos». Ante este panorama, la ciudad se ha ido poblando de negocios de escasa inversión, especialmente, fruterías y peluquerías. No creo que haya ciudad más vitaminada que León. Ni con las greñas mejor tintadas o rapadas.

Dicen que a los cien años, algunos antes, todos calvos –incluso Puigdemont– pero siempre queda la esperanza del bisoñé y labios dulces, cual fruta madura.
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