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Prefiero el bar

21/01/2020
 Actualizado a 21/01/2020
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Cada semana el fútbol nos regala una evidencia. Jornada tras jornada, las polémicas sobre el funcionamiento del famoso Video Assistant Referee, o simplemente VAR, llenan las páginas de los medios de comunicación deportivos y también, en ocasiones, de los generales; y aunque no se ponga nunca el dedo en la llaga, confirman que el problema en el mundo del fútbol nunca estuvo en el arbitraje.

Estas nuevas tecnologías llegaron con la promesa de que servirían para aportar objetividad y certeza en la aplicación del reglamento y evitarían los errores que no solo cuestan disgustos a los aficionados y aficionadas, sino también perjuicios económicos a las sociedades deportivas. Sin embargo, dos años después, los errores se multiplican, la confusión sobre lo que realmente disponen las normas de competición se ha extendido como una marea de chapapote, y el cabreo generalizado ha llevado al punto de que las aficiones, y sus respectivos gurús informativos, actúen vociferando y presionando, no para reclamar justicia sino más bien para imponer su interés y su beneficio particular. Y es que lo evidente es que el problema nunca estuvo en el arbitraje, al que bien vienen las mejoras tecnológicas, sino en las personas que arbitran. Porque éstas son las que confunden incompetentemente las reglas, ven o no ven en función de sus intereses, filias y fobias, y tiñen de imperfecta humanidad cualquier cosa que tocan.

Por eso es normal que cualquier arbitraje adolezca de los mismos defectos. Sea un arbitraje deportivo, o aquel que ha de dilucidar sobre el gobierno de la justicia en el resto de los aspectos de nuestra vida, el problema será siempre de las personas. Así ocurre con la Justicia, como poder del Estado. El problema no es, como comúnmente se dice, la propia Justicia, sino los jueces y juezas, incapaces de sacudirse sus prejuicios y afinidades ideológicas. Y así ocurre también en los bares, donde entre vinos y tapinas, se pontifica y enjuicia todo. Pero al menos, en cuanto se acaba la ronda, todo queda en empate, porque las balas son siempre de fogueo, o de desfogueo.
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