01/08/2018
 Actualizado a 10/09/2019
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Los niños pequeños hacen cientos de preguntas a diario, los adultos apenas. Perdemos la curiosidad de la infancia y dejamos de decir ¿por qué? Sin dudar y replantearnos la realidad aún seguiríamos inmersos en una oscura época que daba todo por sentado y al que preguntaba se le perseguía, pero, ¿hemos avanzado realmente? Y si es así, ¿por qué se sigue mirando con miedo a la ciencia? Parece que solo los científicos son capaces de comprender su trabajo, pero no es cierto, simplemente el resto, las personas que se alejan intencionadamente del mundo científico –que no deja de ser la realidad– creen que no pueden entenderlo o simplemente no les interesa. Algunos acusan a la ciencia de proponerse como una religión, pero nada más lejos de la realidad. Las teorías y explicaciones que la ciencia da del universo cambian constantemente, se refutan y evalúan, la ciencia se corrige a sí misma y es la única que reconoce sus errores, porque sin ellos no avanzaría. Nunca se acepta un supuesto por fe, se acepta por evidencias. Poner como excusa que es ‘algo muy complicado’ es absurdo y más hoy en día con la gran cantidad de divulgadores que existen y que dan respuesta a las inquietudes de aquellos que a pesar de no haber estudiado ciencias sienten curiosidad por descubrir el porqué de las cosas. Parece que parte de la humanidad se empeña en desmerecer a la ciencia o al método que emplea, pero, la realidad, les guste o no es que el método científico ha sido el único capaz de darnos respuesta a las inquietudes y preguntas sobre la realidad, sobre nosotros mismos, nuestro planeta y el universo. Impulsar la curiosidad y el espíritu crítico es crear personas capaces de cuestionarse sus propios conocimientos y saberes e indagar en su resolución. Expandir nuestro cerebro en busca de nuevos conocimientos está al alcance de todos. Sin embargo, esto supone un esfuerzo, como todo lo que merece la pena, y hay quienes no están dispuestos ni siquiera a intentar comprender su mundo, porque desde la comodidad de la ignorancia se vive bien, para qué negarlo, aunque tiene un precio. La humanidad puede elegir entre la estupidez y el conocimiento, una de ellas infinita según Einstein, la otra, está al alcance de todos aquellos que se sigan preguntando, ¿por qué?
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