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Por el río Esla bajaba una gabarra...

25/03/2021
 Actualizado a 01/12/2022
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A mediados del siglo pasado, una parte de los pueblos del este de la provincia se fue para siempre con quienes buscaron un porvenir junto a las chimeneas de los Altos Hornos de Vizcaya. Aquel León partió en las maletas de Amador, de Carmina o de Fermín y se asentó a ambos márgenes de la ría de Bilbao. Cada verano, aunque sea solo por unas semanas, lo que queda de ese León regresa en los que todavía sobreviven y en sus dos o tres generaciones posteriores. En los Ekaitz, Itsaso, Aratz y una larga lista de nombres impronunciables, maridados con apellidos tan cazurros como Aller, Robles o Vega, que potean por la costa del adobe con sus inconfundibles camisetas de rayas rojas y blancas.

El Athletic de Bilbao juega dos finales coperas en medio mes. Dos oportunidades para que, casi 40 años después, su popular gabarra vuelva a navegar por las aguas del Nervión. Aguas que, en cierto modo, manan del Esla, el Cea o el Valderaduey. Y es que las raíces de ‘los leones’ son, por definición, leonesas. Solo nuestro tamaño craneal justificaría la invención de la ‘txapela’ y si existe una ‘Catedral’ que pueda competir con la ‘Pulchra Leonina’ se encuentra en San Mamés y no en Burgos. Cosas de las migraciones mal curadas, supongo. No estaría de más una Casa de Villamartín de Don Sancho en Portugalete o una Embajada de Puente Almuhey en Barakaldo. De hecho, ante una despoblación tan sangrante, tal vez sea más factible juntar a cuatro oriundos para echar un mus en ‘Taberna Patxi’ que un tute en el bar de Zule o en el de ‘El Pesca’.

Dando por buena esa máxima de que el fútbol es «lo más importante entre las cosas menos importantes», es de justicia reconocer que en ningún lugar como en Vizcaya este deporte salta a ser un elemento tan vertebrador de un paisaje y de un paisanaje. De paisanos que no dejan de ser nuestros. De buenos amigos como Yeray, Ely, Mikel o Ainara y de primos como Koldo o Unai que nunca han visto a su equipo levantar un gran título. Por todos ellos y por Ramón Perales, que demuestra que el sentimiento Athletic puede ser tan intenso en el verde de Lezama como en el que pastan sus ovejas por los montes de Almanza, este abril seré un bilbaíno más. Un bilbaíno, como tantos otros, de los nacidos en León. En el este de León. Porque, al fin y al cabo, todos saben que los de Bilbao nacemos donde queremos.
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