Imagen Juan María García Campal

Por dudas, sin título

23/12/2020
 Actualizado a 23/12/2020
Guardar
Seguro de que lo pasearé –si la vida me lo permite– embozado, recibo el invierno a ventanales abiertos, fumando y echando de menos las ventanas de mi Bocamar al río Melsos, ante las que, como dije tiempo ha al explicar mi anexado ‘maría’, aquel se hace ora río que baja caudaloso a su encuentro con la mar, ora ría que acoge al mar en su plenitud; río que se mece y colma en la mar que lo acoge, ría que lo hace con el mar que la penetra. Acogimientos plenos, tolerantes, vitales, libres mimetismos, sin predominios, a ritmos y vaivenes, ahora tranquilos, ahora apasionados. Esos dos prodigios son las razones ciertas de mi ‘maría’ como homenaje ortográfico a la mar, al río, a la ría, al mar. Sosegador lugar donde pensaba pasar estas fechas y hoy me es prohibido por las cautelas precisas para la protección de la ajena y propia salud en esta incontrolable y ya mutante pandemia.

Desde hace veinticuatro años, salvo contadas ocasiones, vengo celebrando estas fechas en soledad. En soledad física, preciso, pues ya desde la temida primera ocasión (ay, Berlín programado refugio no usado; ay, Gelen, qué bien me sabías) es la llamada Noche Buena o noche de la vigilia de Navidad –¿vigilia, abstinencia ante la precariedad de aquellos desheredados, casi menesterosos del pesebre?–, noche de silencio, memoria y reflexión, de silenciosa conversación con las amadas ausencias, muertas y vivas. Noche de balance, de rendición de cuentas, de gratitud e íntimo homenaje. Noche de alegría por tanto de todas ellas recibido y atesorado en mi espíritu y conciencia, únicos caudales que cuido, aun las muchas fallas que nublan mi andar la vida.

Acaso por ello no encuentro título para este texto, más que navideño, de solsticio hiemal y más frío aún por pandémico. Porque, ante la tibieza de las autoridades de varia competencia sanitaria, así como ante las agrias reacciones en algunos ámbitos familiares, me pregunto: ¿oído tanto científico sanitario, entre qué dudan? ¿Entre matar al padre, no en el sentido freudiano de la frase, sino de forma literal y genéricamente entendido (ponerse y poner en riesgo a padre, madre u otra parentela que se acerque al hogar y la mesa) o armar un verdadero belén con su sabido lío, caos y aumento de contagios que se prevé y llegará?

En fin, allá cada uno con su sentido común y su responsabilidad personal y cívica. Preguntado lo dejo.

Opten por ‘matar al padre’ o no, por ‘armar el belén’ o no, yo, por si Casado, les felicito las fiestas.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
Lo más leído