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Póntela bien

31/05/2020
 Actualizado a 31/05/2020
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Advierto: no pretendo desinformar y mucho menos informar, solo dar la turra con el temita, como todo el mundo. Porque si hay un asunto con el que se nos ha mareado especialmente en los últimos meses es la etiqueta a guardar fuera de casa. Mascarilla no (que hay pocas), mascarilla sí (que ya tenemos más), esa mascarilla no (que es demasiado buena), esa mascarilla sí (pero póntela bien y mira a ver dónde la tiras cuando la deseches).

Están las apropiadas para Equipos de Protección Individual: FFP1, FFP2 y FFP3. Una de las FFP2 fue la primera que entró en mi casa, regalada por un amigo. Cojonuda, con válvula y pico de pato, pero la tengo sin estrenar, porque no me veo. Las FPP2 sin válvula y costura en vertical va más con mi estilo, aunque no evita que cuando expiro por la boca acabe abanicándome mis propios ojos.

Están las quirúrgicas, muchas de las cuales vienen en bolsa con una sencilla pegatina con cuatro sinogramas escritos que debe de advertir (y no miente): amigo, no hace falta tirar de las gomas como si fuesen de tirachinas para que te quedes con ellas en la mano. Y así es.

Están las higiénicas, que no me gustan demasiado con tanto estampado. Ni siquiera en versión casera hechas con un buen retal, excepto las de tela de sábana blanca, tan fresca. Solo hace falta tener la precaución de lavarlas y plancharlas con regularidad, porque hay quien las entiende como reflejo de otros algodones más íntimos, y juzga.

Están las de bozal de neopreno, como aquellos que se llevaban a la nieve. Más vale no tenerlas perforadas, porque si de aquella todavía te entraba el aire gélido como a espadazos, la esponjorra esa microscópica escala uno/un millón puesta como fondo/ambiente en los telediarios entra fijo también.

Están, ya fuera de la norma, las pantallas de plástico, que miedo me dan. Porque el aro con el que se sujetan a la cabeza me recuerda el que –he leído– te ponen, cuando te haces injertos capilares, para que no se corra la anestesia y te duerma medio jerol. Ojalá esa falta de riego no provoque el pampurrio de nadie.

Por último, se ha visto también a gente acompañando la mascarilla (de tipo no especificado) con gorro de ducha, por si las moscas. Más vale pecar por exceso que por defecto, hay quien piensa. Al cuerno con la moderación, mientras proteja hasta que estemos más tranquilos. Aunque, después de un rato, las cintas tras las orejas o al cuello y al colodrillo se convierten en tortura. Un mérito más que tienen los sanitarios. Sin ellas muy mal, pero con ellas poco mejor. Como en el falso verso de Ojete Calor.

P.S. Se ha decretado luto nacional hasta el 6 de junio. Recordemos a los fallecidos. Siempre.
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