12/12/2019
 Actualizado a 12/12/2019
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De aquí a treinta años, a este mundo no lo conocerá ni la madre que lo parió. No solamente va a cambiar el modo de trabajar, merced al desarrollo de los ordenadores cuánticos, sino que, también, el ser humano se convertirá en ‘amortal’ (no mortal). Los laboratorios de biogenética están trabajando a marchas forzadas para conseguirlo. El ser humano no será inmortal, todavía, porqué podrá morir en accidentes, guerras o catástrofes naturales. Pero sólo morirá de eso, no de ninguna enfermedad biológica. Miles de nanorobots andarán por nuestro cuerpo curando cánceres, arterias obstruidas o cualquier otra anomalía que se presente. Esto, algo maravilloso, nos traerá, sin embargo, graves consecuencias morales y éticas. Estamos a un paso de convertirnos en dioses, pero, por desgracia, no sabemos hacia dónde vamos. Los dioses tradicionales sí lo tenían claro. Nos impusieron un montón de normas y, de no cumplirlas, no gozaríamos de la eternidad... El ser humano sólo quiere vivir mucho más tiempo, tan estrecho es de miras. Es cierto que en los últimos trescientos años los dioses monoteístas, (de griego monos, que significa uno), han perdido mucha influencia sobre los humanos, menos Alá, que no para de crecer. La ciencia ha sustituido a los dioses. Y también los dioses racionales, como el capitalismo y el comunismo. Ambos dioses tienen la misma liturgia de los antiguos. Existe un libro fundamental sobre el que se basan, ‘Investigaciones sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones’, de Adam Smith, en el caso del capitalismo y ‘El Capital’, de Karl Marx, en el caso de los comunistas, sus profetas, (Rockefeller y Lenin), sus sacerdotes y hasta sus herejías... Tienen, como os digo, su liturgia y su hermenéutica, copiadas de los católicos o de los protestantes. Estas dos nuevas religiones no prometen la vida eterna en un cielo poblado de hurís, si no que ya lo ofrecen en la tierra. No voy a entrar en valoraciones que no vienen al caso: cada uno cree en lo que le da la gana. Lo que sí parece cierto es que antes, el ser humano, era más feliz, con menos problemas existenciales. El ser humano lo quiere todo ya; así nos han educado. Os voy a poner un ejemplo. En el año 2010 estalló la primavera árabe. Varios países, (Egipto, Túnez, Libia, Argelia), cambiaron de régimen político. Nunca en su larga historia habían vivido mejor sus habitantes; los ratios de desarrollo eran los más elevados, la mortalidad infantil había disminuido hasta mínimos históricos, la esperanza de vida había aumentado... No había motivos para prever esta revolución. Sin embargo, sucedió. ¿Por qué sucedió? No hace falta estar doctorado en Oxford para encontrar la respuesta: veían en la televisión como vivían los americanos y los europeos y ellos pretendían hacerlo igual. ¿Cómo conseguirlo? Echando abajo a los gobiernos que no eran capaces de lograrlo. Lo mismo había ocurrido veinte años antes en los países comunistas del centro y del este de Europa. Sus habitantes huían hacia occidente con la esperanza de lograrlo. Al final, se marchaban tantos que sus dirigentes tuvieron que marcharse con ellos. ¿Cómo va a compararse el nivel de vida de los alemanes federales respecto a sus hermanos del otro lado del muro? Ya veis el poder que tiene la televisión.

Como las antiguas religiones monoteístas, las nuevas también movilizan a sus adictos para luchar por su expansión. No sé calcular cuántos muertos dejaron las guerras de religión. Seguramente muchos millones. Lo que sí sé son los que han costado las guerras entre las nuevas. Desde 1939 hasta nuestros días, su antagonismo ha provocado más de doscientos millones de fallecidos. Y sin embargo, vivimos en la época más pacífica de la historia humana....

Por desgracia, el capitalismo es ahora la religión mayoritaria, y por su culpa vemos en la televisión y leemos en los diarios estupideces tan grandes como catedrales. La última, la subasta de un plátano pegado a una pared. Pagaron por él más de cien mil euros. Eso se llama, como digo, estupidez. Y da pie a cientos de consideraciones morales que cualquier persona decente se haría, de quedarnos algo de moral. En las Mil y una Noches, cuentos recopilados en el siglo IX, se puede leer: «¡Plátanos de formas atrevidas, de carne mantecosa como un pastel, plátanos de piel lisa y dulce que dilatáis los ojos de las jóvenes..... Siempre sabéis complacer los sentidos, y, entre todas las frutas, sólo vosotros estáis dotados de un corazón compasivo, oh consoladores de viudas y de divorciadas!...»

A lo que uno añade, «y de aquellos a los que los agujeros del cuerpo, sean cual sean, dan felicidad a los humanos». Salud y anarquía.
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