pedro-j.-abajob.jpg

Penurias en la vejez

22/10/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
Por suerte, posiblemente, nunca he tenido trato más cercano con el mundo de las residencias de ancianos que el hecho de ir cuatro veces contadas a realizar otras tantas visitas a alguna persona abandonada allí a su suerte por los familiares más directos, otra media docena cuando he tenido que ir por asuntos de tipo periodístico en alguna fiesta, inauguración de obras o presentación de un libro, y otras dos ocasiones por asuntos que no vienen al caso. Pero me basta para hacerme una idea del ambiente y del tipo de negocio sobre el que estamos hablando. Un oficio legal y rentable, por supuesto, pero… dejémoslo ahí.

No le niego, querido lector, que algunas –incluso muchísimas– residencias de ancianos, asilos y centros para la tercera edad como le llaman ahora de forma eufemística sean todo lo contrario a lo que vemos en programas televisivos de investigación donde nos cuentan lo que no se ve en la media hora de visita que vamos los que no pasamos de la recepción o del salón lleno de asientos para recibir a los parientes y conocidos el domingo por la tarde. Sí, ese salón donde aparentemente está todo muy iluminado y muy bonito al que se llega después de un pasillo muy bien decorado.

Tampoco le niego que haya casos en los que para una persona mayor cuando no puede vivir sola lo mejor sea una residencia. Todo lo contrario. Le aseguro que muchas veces la suerte que han tenido algunos es ir a parar a un sitio de estos por malo que sea, así que imagínese el panorama. Y repito, que seguramente muchos asilos nada tengan que ver con lo que estos días es noticia a nivel nacional por las deficiencias alimentarias y las prácticas tan poco apropiadas.

Sin entrar en detalles, le aseguro que nunca podré justificar que se escatime con la comida para un señor que paga –o le paga la Administración con dinero público, que tiene tanto delito o más– 1.200, 1.500 o 1.800 euros al mes a una empresa o una organización presuntamente social para estar viviendo prácticamente en la indigencia. Porque ya es triste pasar hambre y penurias en la recta final de una vida dedicada a trabajar, a levantar España y a pensar que lo peor ya había pasado en los años treinta.
Lo más leído