20/02/2020
 Actualizado a 20/02/2020
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Cuando juegas al mus, la peor jugada que te puede tocar es cuando te entran un cuatro, un cinco, un seis y un siete, la jugada del tío Pelete. En este caso, lo mejor que puedes hacer es darte mus y rezar para que los otros hagan lo mismo. Si a lo largo de la partida te vuelve a llegar más veces, es que tienes el día gafado y no ganarás un juego ni de coña, o, probablemente, que algún contrincante tuyo es una especie de mago y hace trampas a la hora de repartir las cartas. Algo parecido es lo que le ocurre a León en el juego de la vida. Si transportásemos León, (tal como está ahora mismo, con sus pueblos, ríos, valles y montañas), a Marruecos o a Perú, allí sería considerado algo así como el paraíso terrenal; pero está en España, el culo de Europa, y, por desgracia, nos tienen por un erial. Tenemos carbón de sobra para explotar los próximos ciento cincuenta años, pero no podemos hacerlo porque contaminaríamos mogollón y está muy mal visto por aquellos mismos que no dejarán de utilizarlo hasta, por lo menos, el 2040. Por ejemplo, Polonia todavía tiene ciento quince mil mineros en activo, que trabajan en cientos de minas que, ni por asomo, van a cerrar. O Alemania, dónde se consumen doscientas cuarenta y cinco mil toneladas anuales para producir energía; o en la República Checa, dónde se gastan, siendo como es un país de once millones de habitantes, cuarenta y cinco mil toneladas. Ellos pueden hacerlo, (¡vaya uno a saber por qué!), pero los leoneses, los españoles, no. Nuestros distintos gobiernos, desde el actual hasta el primero de la democracia, no han hecho otra cosa que decir amén a todo lo que nos han ordenado. Además, siendo leales a nuestros más primitivos instintos, mucha de la pasta que nos ha dado Europa para invertir en las cuencas y evitar su declive, se gastó en chanchullos o se quedaron con ella los mismos que tenían que repartirla. ¡Si es que lo llevamos en la sangre, joder!

En nuestros campos se dan cereales, remolacha, lúpulo, maíz, ¡mucho maíz!, y tenemos una huerta, que no es la de Murcia, de acuerdo, pero que produce, sin ir más lejos, los mejores tomates de España. Discuto y me pego con quién me lleve la contraria en este punto. El tomate de Mansilla y su zona de influencia, es único. ¿Por qué? Pues porque tarda mucho en darse y, ya se sabe, las cosas saben mejor cuándo se hacen poco a poco. En cualquier lugar de Madrid para abajo, siembras el tomate a finales de abril y en julio ya los puedes comer. Aquí los siembras en la misma época y, si tienes la suerte de que sobreviva a las heladas tardías de mayo, lo empezarás a cosechar finales de agosto o principios de septiembre. No hay color, no lo dudéis. Cualquier comparación es por demás odiosa y ofensiva. Otro ejemplo: en el Bierzo se ha sembrado, desde siempre, uno de los mejores pimientos de España, sino el mejor, ¿Alguien está dispuesto a pagar por lo que vale o se conforma con ir al súper y adquirir uno más económico? Durante años vendí pimientos en conserva. Los de la Rioja o los de Navarra cuestan dos euros, más o menos, el bote. Había uno de Molinaseca, auténtico pimiento tres venas, que vendía a doce euros. Vendí pocos, como es lógico, aunque el que lo compraba no volvía a probar otro, si podía pagarlo. ¿Qué pasó con el productor? Tuvo que cerrar y le costó lágrimas hacerlo, porque era un romántico. Pues ocurre que los franceses o los alemanes son capaces de producir más de todo que nosotros y a menor precio. Y si no es así, que muchas veces no lo es, traemos el producto del quinto coño, (Sudáfrica, Australia, Brasil, Argentina, etc), mucho más barato que el nuestro. No pensamos en los costes del transporte, ni en la contaminación ambiental que producen, ni en nada de nada. Sencillamente, lo traemos para que pueda ser vendido en los supermercados a un precio ridículo, con el que los agricultores leoneses o españoles no pueden competir, porque perderían dinero. A todo esto, Europa, la sagrada Unión Europea, es capaz de subvencionar a los agricultores marroquíes o sudafricanos, (cómo están haciendo), pero deja a su merced a los suyos. Un sistema que paga a los campesinos para que no siembren más tierras es, simplemente, un sistema enfermo.

La manifestación del pasado domingo estuvo muy bien. Ya era hora de que espantásemos la caraja y de dejar de soportar el abandono y el olvido de todas las administraciones. Que se movilizasen setenta mil personas en León, veinte mil en Ponferrada y tres mil en Villablino, habla bien a las claras del hartazgo del personal. En números redondos, salieron a la calle casi un tercio de la población leonesa, lo que era, hasta el domingo, algo impensable. Pero, tenéis que perdonarme. Dudo que tenga alguna utilidad. No olvidéis que la cosa ha sido convocada y organizada por unos sindicatos que han estado de vacaciones pagadas cuarenta años... Salud y anarquía.
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