30/09/2021
 Actualizado a 30/09/2021
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Ando estos días dilucidando sobre con qué daros la paliza en la columna de los jueves. No me decido si escribir sobre las cosas que suceden en el ‘gachi’ o las que ocurren a nivel nacional o mundial. Es una decisión importante, no creáis, porque, aunque al final los problemas son similares (si no idénticos) en todos los lugares. Dar caña al Gobierno de la nación da mucho más juego que hacerlo poniendo a parir al alcalde o al presidente de la Diputación. Como digo, los problemas de los ciudadanos son los mismos en Madrid que en Vegas del Condado, con la diferencia abismal de que en la villa y corte la gente es mucho más joven que en esta provincia y tiene mucho más dinero. León, todos los sabemos, es como una aristócrata vieja que, aunque lleva la decrepitud con un estoicismo admirable, no por eso está más lejos de morir de vieja, sola y abandonada. León, toda la provincia, pronto será un gran Parque Temático donde las estrellas del asunto serán los animales (lobo incluido), los árboles, las plantas medicinales y las piedras. Al decir piedras, me estoy refiriendo a todos los monumentos que nos han dejado nuestros antepasados y que, por desgracia, muchos están dejados de la mano de dios. Solamente las catedrales (la de León y la de Astorga), San Isidoro, San Marcos, el Castillo de los Templarios de Ponferrada y el Palacio de los Guzmanes resisten el paso del tiempo dignamente y sin peligro de ser declarados en ruina o zona catastrófica. Cientos de ermitas, de iglesias, de palacios, de cementerios de cuentos de hadas, son pasto de la dejadez de las administraciones o de los propios vecinos. Lo único bueno del asunto es que ese Parque Temático no costará un euro a los leoneses… La naturaleza y el paso del tiempo lo han posibilitado sin que los hombres hayan tenido que hacer absolutamente nada.

Estos días pasados se ha discutido mucho sobre la Ley que protegerá al lobo, prohibiendo su caza. Uno es muy de los lobos y de los osos; también de las cabras y de las ovejas, que entre familia siempre hay que defenderse. Estos grandes depredadores tienen todo el derecho a vivir sin que les toquemos demasiado los huevos. Para vivir, ¡claro!, necesitan comer, y, que se sepa, a ellos siempre les han gustado mucho mis primas. Me pongo, por un instante, en la piel del pastor que un buen día ve que le han matado a veinte o treinta de sus animales. Aparte del disgusto, que es grande, el pobre tiene que soportar una pérdida económica de regular cuantía. ¿Quién paga al pastor este desbarajuste? ¡Hombre!, está claro: los mismos que han implementado esa Ley que le prohibe perseguir y sacrificar al lobo culpable. Lo malo del asunto es que esto sucede mucho tiempo después de la carnicería; meses o incluso años después. Estoy seguro que de agilizarse el pago del desastre, y que este sea justo, el pastor, aunque cabreado, no dirá ni pío y dejará al lobo en paz.

La semana pasada, un amigo que tiene abejas recibió la visita de un oso despistado que se zampó una colmena. La colmena, con sus habitantes, se halla en un lugar en el que es casi imposible encontrar osos: a veinte kilómetros de la capital de la provincia. Lo único bueno de la aventura fue que el hermano pequeño de Yogui fue muy discreto; de cincuenta, sólo jodió una. Me imagino que las abejas, al verse asaltadas, le pondrían como un cromo, que esas señoras son muy vengativas (lo sé por experiencia) y no les gusta nada que alguien les vaya a robar y a perturbar. Para mi colega, sin embargo, el verdadero calvario empieza ahora. Tuvo que sacar un montón de fotos de los destrozos, de los rastros del tiberio y de dónde estaba situado el colmenar. Con mucha suerte, los ciento cincuenta o doscientos euros, más o menos, que ha perdido por culpa de la glotonería de un oso despistado, los cobrará vete tú a saber cuándo.

A ver, una cosa es que el Parque Temático no nos cueste ni un chavo montarlo, y, otra muy distinta, es que los pobres habitantes que viven en él no tengan el derecho de recibir las indemnizaciones que sean menester a consecuencia de las veleidades de unos animales que le perjudican en su forma de vida. Es tan sencillo y tan simple como «paga lo que rompan y quédate con los platos rotos».

Un Parque Temático como Dios manda, aunque esté sustentado sobre todo en la naturaleza, tiene que atender tanto a los bichos y a las piedras como a los cuatro paisanos que todavía vivan en él. Y, en el caso de que estos estorben, que les pongan casa en otro lugar, como cuando los pantanos. De poder elegir, un servidor estaría muy interesado en que fuese en Asturias, al lado del mar o cerca. Digo lo de Asturias porque otro amigo se ha comprado una dacha en un pueblo perdido en medio de ningún sitio. Cuando vayas a un lugar nuevo es muy importante conocer a alguien que te introduzca en los secretos y manías del nuevo pueblo… Salud y anarquía.
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