Para los malos tiempos... Alboral

La revista Alboral de La Robla no faltó a su cita semestral con sus lectores pese a los tiempos difíciles y con este número de invierno llega al 22 y consolida once años ‘amaneciendo’ con los roblanos

Fulgencio Fernández
16/02/2021
 Actualizado a 16/02/2021
Un roblano por el mundo en Alboral, el barítono Juan C. Gutiérrez. | MARÍA DÍEZ
Un roblano por el mundo en Alboral, el barítono Juan C. Gutiérrez. | MARÍA DÍEZ
Alboral nació de las manos de los insurrectos del mundo de la cultura, aquellos que hace once años se levantaron contra el hecho de que en una villa como La Robla no hubiera al menos una publicación que mirara para su historia, sus historias, sus gentes... y hasta inventaron el nombre con una palabra que no acoge el diccionario pero que cuando la pronuncias sabes de qué hablas... y además es el nombre de La Robla al revés.

Y ahí sigue. Ya ha visto la luz su número 22, once años, en tiempos de ausencias. «Dadas las circunstancias que nos rodean y nos llenan de dificultades es una gran satisfacción poder poner en la calle este número 22. Ve la luz gracias a las industrias, pequeño comercio y hostelería» explican en su Saluda. Y sabiendo cómo están estos sectores se entiende mejor el mérito.

Van pasando por la portada de Alboral, con artículo interior, los diferentes pueblos de la comarca y en este 22 le corresponde a Sorribos de Alba: «El pueblo ‘más monumental’ de nuestro municipio. Prueba de ello es su iglesia, que cuenta con las Laudas Sepulcrales de los Álvarez de Alba, capilla de dicha familia donde encontramos  un bonito retablo barroco con una talla de San Pedro del siglo XVI y las tumbas de los Álvarez de Alba, nobles de la comarca roblana. También se encuentra en Sorribos ‘La Casona’, una casa palaciega con corredor interior, arco de medio punto y escudo a cada lado».No empieza mal el envoltorio. El interior, como suele ser habitual en este tipo de publicaciones, es una especie de muñeca rusa que va desvelando nuevas historias, diferentes y diversas, como las gentes de La Robla, que son quienes colaboran en Alboral.  Así en sus páginas cabe desde el llanto desesperado por la pérdida de una madre «por excesiva imprudencia y escasa pericia»  con lágrimas que salen de los ojos de una colaboradora, Mariola Díaz-Guerra, que rescata además un poema de cuando tenía 10 años y que ya decía «eres el faro que indica / la dirección de mi vida». Se ha apagado. Y de su dolor salta la revista a varios artículos con un denominador común: gentes y empresas de La Robla. García Cadenas recuerda a Manuel Álvarez Díez, facultativo de Minas de La Vid a quien la HVL encargó la construcción de la fábrica de aglomerados, participó en numerosas obras municipales —polideportivo, Instituto Ramiro II, piscina...— y, entre otras ocupaciones, tuvo su cantera en Carrocera.Ana Belén Iglesias habla de una empresa actual, Rualmar, la obra de un minero, Juanito, que tras un accidente se reinventó y compró 2000 pollitas con un día de vida, las trajo en el tren y las llevó a Olleros de Alba con la ayuda de varios vecinos, pues él no tenía vehículo. Hoy es una gran empresa que lleva la primera sílaba del nombre de sus tres hijos: Rubén, Alfonso y Margarett.

No podía faltar un recuerdo para la voz de la comarca que se apagó, José Antonio Barrio Planillo, Plani; o acercar la figura de un roblano que triunfa lejos, el barítono Juan Carlos Gutiérrez.

Y mil historias más de la vida diaria en el pueblo, fotos para el recuerdo en blanco y negro, los chascarrillos de Nieto, colaboraciones literarias o sobre asuntos tan candentes como la homofobia o una ruta por la comarca, de la mano de El Jilguerín de Casares, que esta vez nos lleva a coger setas.
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