Enric Juliana suele decir que España es una galaxia en la que los planetas no se conocen entre sí. Creo incluso que en la atmósfera de cada uno de estos ecosistemas existe una profunda ignorancia con el oxígeno que los demás respiran. Ese ostracismo se agudiza en función de la lejanía en la que uno esté de las capitales. Nuestra nación acompasada en varias velocidades ha hecho calar incluso en el imaginario colectivo que las gentes huidas de las grandes ciudades viven peor que los capitalinos. Superioridad moral cosmopolita que genera la sibilina curiosidad de preguntar a los que viven aislados del mundanal ruido que hacen con su vida. Me estoy acordando de cuando le pregunté a un primo de mi novia que vive en Arévalo (Ávila), cómo se las ingeniaban para matar la ociosidad en un lugar como ese; ni que fuera una aldea gala del tiempo de los romanos. El hechizo dopamínico al que las capitales someten al cerebro emocional llega hasta tal punto, que cuando me mudé a Alicante procedente de Madrid empecé a llorar en un escenario con el salón lleno de cajas de embalaje que ponía ‘No golpear. Frágil’ ante la falsa impresión de que me iba a morir de asco en mi nuevo hogar; mi mente dio síntomas de fragilidad al comprar las tesis supremacistas de la capital.
Cuando Paco Igea crítica la implantación de medicina en la ULE lo hace víctima de dos cosas: el rencor despechado y crónico contra Mañueco y la lumpenizada mentalidad del que no ve más allá que su propio universo capitalino. Sentimiento autosuficiente que en el caso de nuestra región nace fruto de una mentira costumbrista al percibir a Valladolid como la capital autonómica. El estatuto de autonomía de Castilla y León no designa ninguna capitalidad, todos los designios vallisoletanos han hecho crear a la opinión proselitista que en Pucela todo lo que tenían les correspondía por derechos forales oficiales. Hemos normalizado que todo se lo llevaran ellos sin plantearnos quizá que nuestra idiosincrasia autonómica propiciaba un equilibrio entre los diferentes territorios. ¿Por qué medicina tuvo que estar desde un principio en Valladolid y no en otra provincia? El absolutismo existencial les hizo falsamente legitimadores de todo derecho.