En la ciudad de León se hacen por esta época balances turísticos del verano, balances que siempre suelen ir acompañados de la palabra ‘récord’, aunque a menudo resulte exagerada, y que por lo general no suelen evitar los lloros y los lamentos de algunos hosteleros, que nunca se parecen saciar ni de recibir clientes ni de subir los precios. En los pueblos el balance es distinto, aunque mida también el turismo, el tan nombrado turismo rural del que León sigue siendo uno de los referentes nacionales, pero sobre todo también el que se podría denominar turismo interior, el de los propios leoneses que durante los meses de verano trasladan su residencia a los pueblos de los que proceden. Precisamente ese, convertirse en segunda residencia, es uno de los destinos de muchos de nuestros pueblos, probablemente de los pueblos más afortunados, porque los que no acogen siquiera a sus descendientes están condenados al abandono de forma más inminente que el resto. El teletrabajo no termina de convertirse en alternativa y esos 160.000 habitantes que, en algunos casos, han demostrado la debilidad de las infraestructuras y de los servicios públicos, no han sido más que un espejismo de verano.
Un espejismo rural que dura lo que el verano
Los pueblos de la provincia ‘pierden’ estos días a 160.000 habitantes que los han devuelto a la vida durante los últimos dos meses y vuelven a la triste realidad del envejecimiento y la despoblación
03/09/2024
Actualizado a
03/09/2024
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