30/09/2022
 Actualizado a 30/09/2022
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A menudo se relaciona ser liberal exclusivamente con la política impositiva y el llamado estado del bienestar. Parece que si eres liberal estás contra los servicios públicos y contra el mismo Estado y lo que quieres es que los ricos sean más ricos y los pobres sean más pobres. Nada más lejos de la realidad, al menos en mi percepción del liberalismo.

Ya les digo que, a priori, cualquier imposición o prohibición me fastidia y admito las normas como un mal menor que garantice el orden. También entiendo que el Estado y las administraciones procuren asistencia a los que por una cosa u otra no pueden salir adelante. También creo que en ciertos servicios públicos e infraestructuras no queda otra que arrimar el hombro entre todos.

Lo que no admito es que las administraciones sean cada vez más grandes y vayan incrementando su capacidad de decisión sobre aspectos de nuestra vida (económicos y sociales), convirtiéndose en auténticos monstruos cada vez menos eficientes, cuyos gastos deben ser sufragados por cada vez más impuestos que terminan pagando la clase media, los curritos que trabajan de sol a sol y que no pueden pasar el tiempo que les gustaría con sus hijos, sin opción a ayudas ni paguitas como muchos, ni sociedades interpuestas que les ayuden a evadir impuestos como otros.

Durante estas semanas, cuando parecía que las políticas liberales estaban volviendo a los cajones de los despachos, han vuelto a copar la actualidad informativa en una maniobra interesante del Partido Popular, en la que distintos presidentes autonómicos han ido anunciando rebajas fiscales para aliviar las ya maltrechas cuentas de las familias.

No es habitual que el Partido Popular coja la iniciativa y pille a contrapié a la maquinaria propagandística del Gobierno, pero en esta ocasión así ha sido, echando por tierra el relato que venían elaborando desde Moncloa de quién sería el responsable, de cara a la opinión pública, de la próxima crisis.

Tal es así, que hasta presidentes autonómicos socialistas se han sumado al anuncio de los líderes populares de bajadas de impuestos, en estos casos más por temas electoralistas que por convencimiento, de manera que en el Gobierno de España ha cundido el pánico y han quedado tan noqueados que ayer se sacaron de la manga una nueva muestra de manipulación y demagogia, creando lo que han venido a llamar el ‘impuesto de solidaridad’. Con los ojos como platos me quedé ayer.

No hay mejor ejemplo de oxímoron en una frase que ése, donde ‘impuesto’ viene de imponer algo y ‘solidaridad’ parte de un concepto de voluntariedad. Como siempre, argumentan que será aplicable a ‘los ricos’, sin tener en cuenta que el mensaje que se manda es de una tremenda inseguridad jurídica y que ni por asomo la recaudación va a llegar a lo previsto, igual por contra, se produce una fuga de capitales hacia otros países, tal como pasa en las comunidades que siguen manteniendo el impuesto de patrimonio perdiendo la chicha del IRPF.
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