Ojalás morados

26/11/2019
 Actualizado a 26/11/2019
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Tras una copa a ojos cerrados de Antonio Vega queda el paladar tocado de desazón, un sabor que hace dos décadas, con la misma estrofa en la boca, era lo único que merecía la pena y hoy, no la merece, la es. La brevedad de frases que alteraban unicornios en ese quejido musical que arrastraba las horas, la respiración lenta, ese desnudo de Los Urquijo del «aunque tu no lo sepas…» se hanconvertido casi en solfas para el desconcierto. Es la paradoja de ese amor que uno cree vivo aún, al tiempo que le aconsejan caminar despacio, desconfiar de las piedras y agacharse al paso de las espinas. Hemos fracturado a los románticos desde una sociedad que se ha convertido en una masa de polvo de bestialidad que está escondida bajo cualquier alfombra. Es la lava permanente de un volcán que no siempre está en calma y que nunca sabes cuándo va a convertiren grito los te quieros, en bofetada las caricias, cuando va a tirar al suelo un corazón que nunca más volverá a ponerse en pie. Hemos perdido lo único propio que nos definía, la libertad de elegir a quién dar la mano con la inocencia infantil de saber que es imposible no acertar en el abrazo. Ahora un camino envenenado de dudas obliga a cuestionarse dónde está el deseo, el amor, la necesidad o la obligación. Cada compartimento tiene un fondo de armario, alguno, siempre a oscuras. Hoy la violencia machista se deja la piel en llevarse los deseos de mujeres que amaron, que regalaron la vida en el intento de convertir el sueño en nube.Ojalá hubiera poemas en sus labios aún que cosieran cada grieta de los días que se les robaron. Ojalá bailaran bajo la lluvia con la sonrisa puesta sobre la tierra y no con lágrimas bajo ella. Ojalá no les hubiera tocado perder. Ojalá su nombre nunca estuviera en una lista de las que no sobrevivieron al malquerer. Luchemos por esos ojalás morados.
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