29/09/2020
 Actualizado a 29/09/2020
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Entre los gravemente afectados por la crisis del coronavirus está el sector turístico y también de una manera particular lo que se llama ocio nocturno. Todo lo que sea pérdida de puestos de trabajo es muy doloroso y no puede resultarnos indiferente. Pero, dicho esto, no podemos negar que siempre nos ha preocupado mucho lo que ocurre con una inmensa mayoría de los jóvenes en las noches de los fines de semana. Por lo menos hasta hace unos pocos meses.

Mientras la mayoría de la gente mayor dormía plácidamente, a altas horas de la mañana en algunas zonas de nuestras ciudades o villas era impresionante contemplar el bullicio de riadas de jóvenes e incluso adolescentes que salían a divertirse. En algunos locales el hacinamiento era tal que no cabía un alfiler. Pero también en las calles ocurría otro tanto y algunos vecinos estaban desesperados por no poder dormir.

El estruendo de la música, en muchos casos ratonera, debería hacer insoportable la estancia, pero la gente joven tiene mucho aguante. Por otra parte nunca falta el vaso en la mano, conteniendo en general no precisamente zumos o refrescos, sino más bien líquidos cuyo componente etílico no puede faltar, aunque luego afecte al coco. Tampoco suelen estar ausentes en estas celebraciones nocturnas otras sustancias narcóticas con las que animar la fiesta. Inevitablemente el movimiento de coches de acá para allá es incesante y raro es el fin de semana que no tenemos noticia de que en las somnolientas y ebrias madrugadas algún joven deja la vida sobre el asfalto. Por supuesto que con estos horarios no podemos esperar que vayan el domingo a la iglesia a cumplir con sus deberes religiosos, a no ser que decidan ir directamente a misa antes de acostarse, como hacían algunos jóvenes conocidos.

Confieso que más de una vez le he dado vueltas en la cabeza a este tema, pensando cómo se podría hacer para dejar la noche solamente para los lobos. Y resulta que ahora, de buenas a primeras, un bichito invisible procedente de China lo ha arreglado todo de un plumazo, aunque no faltan botellones y movidas nocturnas clandestinas, egoístas e irresponsables, que burlan la ley.

Pero no piensen que pretendemos la ruina de quienes viven del ocio nocturno. Sencillamente proponemos, como se hacía antiguamente, que salgan a las cinco de la tarde en lugar de salir a la una de la mañana y gasten antes las propinas de sus padres, siempre que no sea en productos que atenten contra su salud física y mental y que son malos a cualquier hora del día o de la noche.
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