Nunca falta quien pregunte

01/02/2019
 Actualizado a 08/09/2019
01-02-2019-a-la-contra.jpg
01-02-2019-a-la-contra.jpg
Decía Miguelín el de Robles –gaitero y rabelista, cantante y ‘zanfonista o zanfonero’– cuando se despedía en los conciertos: «Esto se está acabando en lo tocante a tocar y cantar, que mientras recojo nunca falta quien pregunte».

Y no lo decía «para mal», como si le enfadara que le abordaran, todo lo contrario. En el largo rosario de anécdotas que se producían en sus recitales o filandones hablaba siempre con especial emoción de ese momento en el que «quien pregunta, el que nunca falta» le comentaba que había escuchado alguna de sus canciones en su casa y en su infancia, que recordaba a la abuela recitando alguna de aquellas coplas, dándole vida a la pandereta, las castañuelas o el tambor... Y le agradecía el aroma y los recuerdos que le había despertado, por más que una letra no la recordara como él la cantó o que una música le pareciera diferente a como la había escuchado.

Lo importante era que nunca falta quien pregunte. Lo importante era que se abría el baúl de los recuerdos, el desván de las canciones, la memoria de las letras y las cosas, la retahíla olvidada de los romances sin punto final...

Por eso el paisano aparca los palillos, apaga los sonidos y abre la caja de los misterios para compartirlos con quien pregunta, que nunca falta.
Lo más leído