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Nuestro derecho a decidir

16/08/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El pasado jueves, 9 de agosto, Argentina rechazaba una oportunidad de oro para defender los derechos de las mujeres, rechazaba entrar en el siglo XXI, el Senado no ratificaba la modificación de su ley para el aborto. Una norma que lleva en vigor desde los años veinte y que solo contempla el aborto legal en caso de que haya peligro de muerte para la madre o que se haya producido el embarazo tras una violación. Estos supuestos también son los que quiere recuperar Pablo Casado, el nuevo presidente del Partido Popular, quién, tras ser elegido, afirmó que si gobernaba se volvería a la ley del aborto de 1985, que contempla esta opción solo en caso de riesgo de la salud de la embarazada, malformaciones en el feto o que el embarazo haya sido fruto de una violación. Es decir, siguen empeñados en decirle a las mujeres lo que pueden hacer o dejar de hacer con su cuerpo y su vida. Tanto en el caso de Argentina, como en el de Casado, no se han parado a pensar, o si lo han hecho les ha dado igual, en la cantidad de mujeres que mueren en abortos clandestinos, mal realizados, sin seguridad para la mujer. A ningún político de un país mínimamente democrático, se le ocurriría legislar acerca de cómo se debe cortar el pelo la población o del cuerpo que deben tener, entonces, ¿por qué se creen con derecho a legislar sobre si tenemos que ser madres o no? En Argentina no se ha tenido en cuenta la voz de miles de mujeres que han clamado por sus derechos. Han sido ignoradas por los miembros del Senado. Esto es otro ejemplo del machismo, de la falta de respeto hacia las mujeres y de la creencia de superioridad que sienten algunos hombres que tienen o creen tener el poder de decidir sobre algo tan íntimo como es un embarazo. Porque algunos no se dan cuenta de que, tenga 15 o 30 años, mi cuerpo es mío y nadie tiene derecho a decidir por mí.
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