Ni con pegamento

04/02/2020
 Actualizado a 04/02/2020
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No era un mal sueño de los que dejan sequedad en la boca y una resaca migrañosa imposible de reconducir, era una elucubración mal trazada, una sentencia social que seguía el sonido de la flauta, con esa verdad que imprime lo rocambolesco. Y le llamamos ‘caso del pegamento’, tal vez por pudor o por resumir una parodia trágica del peor de los filmes de terror, made in Bierzo. Hace algo más de tres años tuvimos que frotarnos los ojos ante una escena que escocía, mientras compartíamos las caladas a un cigarro de la presunta víctima del ultraje mayúsculo que temblaba a cada mordisco de ese humo aspirado a lágrima seca. Y lloramos por ella, abrazamos su historia y condenamos al monstruo que fue capaz de despecharse en una ristra de capítulos de serie b cargada de paranoias. Pegamento y vagina nunca debieron ir juntos en la misma frase. Y creímos que aquel hombre los unía con una intención de dolor indescriptible... Recuerdo cuando el cielo quebró el beso a la del cigarro y las portadas dudaron entre enmudecer o revolver en el tiempo sus titulares hasta el vómito. Todo rebotaba contra los muros de una cabeza desnortada, enferma, dañina, que consiguió la complicidad social sobre un relato imposible y que sigue repartiendo culpas de su trama cinematográfica. Hay inventos que no salen ni presionando mucho el envase.Mentiras que descuadran la realidad que damos por buena, lo aceptable. Personas con una maldad interna especial que abre caminos inconquistados. Este es el lado deshumanizado de las pesadillas. Tras la espesura de una recreación pestilente , descubrimos la zona roja desde la que el humano salta a convertirse enfábula de sí mismo con daños colaterales que siegan hasta las hierbas buenas y, sobre todo, que dejan una generación parida a la que explicarle que lo de detrás del espejo es lo real.
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