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Ni coca ni cola

24/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Anuncian una primavera «suave» para los alérgicos a las gramíneas y las urticáceas, pero no tanto para los alérgicos a las cupresáceas y, sobre todo, para los alérgicos a las contradicciones. Se pueden acumular en grandes cantidades sobre nuestras cabezas hasta el punto de que nos impidan ver el sol y sentir el viento, pero podremos seguir discutiendo con total impunidad aunque en la misma frase digamos una cosa y la contraria. El plagio, por ejemplo, está muy mal visto en las tesis doctorales pero se asume con naturalidad en los programas electorales. Con los aeropuertos y los palacios de congresos ya en pie por toda la geografía nacional, brotarán propuestas repetidas pero igual de relucientes que siempre, de modo que este año a las ventanillas únicas, las políticas de igualdad, las ayudas a emprendedores, la atención a los colectivos más débiles, la apuesta decidida por las nuevas tecnologías y los carriles-bici interruptus se sumará la nueva promesa de moda en esta primavera/verano: un protocolo contra la contaminación. Nadie ha dicho nada hasta el momento, en cambio, de alertarnos sobre la mencionada acumulación de contradicciones en el ambiente, que tiene sus peligrosas contraindicaciones para aquellos que aún conserven los reflejos y la dignidad. Van mucho más allá de comer cocido y pedir sacarina con el café o pedir una copa con una versión de Coca Cola que no tenga ni coca ni cola, más allá incluso que la incomprensible actitud de Jorge Javier Vázquez cuando se niega a atender a los periodistas que le preguntan que qué tal se encuentra mientras le está dando un ictus. Las contradicciones están en las noticias falsas y en las reales, están en los programas electorales, en los discursos y en las urnas, en los políticos y también en los votantes, en lo que dicen los que hablan y en lo que no dicen los que callan, en un presidente que se cree el abanderado de la democracia pero se la salta cuando le interesa, en los que le acusan de apoyarse en los independentistas para gobernar y se apoyan en los independentistas para echarle, en quienes se manifiestan contra los independentistas y no quieren que los independentistas se manifiesten, en los que llaman a la rebelión contra las grandes fortunas desde la piscina de un chalé acorazado, en los que venden regeneración servida en pucherazos y nos traen fórmulas magistrales contra la despoblación aunque en su propio nombre se olviden de todos los habitantes de los pueblos. Sobre las manifestaciones y la despoblación hay también llamativas contradicciones. El próximo domingo, en el manifestódromo de Madrid, se concentrarán habitantes de la España vaciada, que en cierto modo también se puede considerar toda una contradicción que pueda ser capaz de congregar a multitudes. Han anunciado su presencia vecinos de Teruel, Soria, Guadalajara, Cuenca y así hasta 22 provincias españolas a las que, hasta el momento, no se ha sumado ni una sola asociación, entidad, sindicato, institución, plataforma o grupo de León, donde la crisis demográfica no se centra solo en las muchas comarcas que no llegan a los 12 habitantes por kilómetro cuadrado, sino que también llega a las ciudades que exportan jóvenes talentos e importan jubilados que en su día tuvieron que dejar su tierra para buscarse la vida. Aquí la contradicción, como la noche, queda para quien es.
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