Nadie dijo que una pandemia fuera algo sencillo

Claudia Pulvertaft
23/02/2021
 Actualizado a 23/02/2021
A nadie se le escapa que llegar a ser Médico Especialista en España no es una tarea sencilla. Generalmente es necesario haber sido un estudiante brillante durante el colegio, el instituto, la selectividad, la carrera, el examen MIR y la residencia. A esto hay que añadirle una gran carga vocacional y por supuesto tiempo. Tiempo y sacrificio, mucho, como para tantas otras profesiones que existen. Me atrevería a decir que para lograr ser o alcanzar aquello que deseamos casi siempre nos vemos obligados a renunciar a algo, y esto, es una decisión tras otra que en el transcurrir de nuestra vida nunca dejamos de tomar, seamos quienes seamos y nos dediquemos a lo que nos dediquemos.

Siempre hay que elegir, decidir, renunciar a algo para lograr lo que anhelamos, quizá la diferencia estriba en el precio de aquello a lo que renunciamos. Muchos son capaces de decir hasta dónde están dispuestos a renunciar, pero en mi opinión hay ciertas profesiones, en las que impulsados por algo inexplicable, la capacidad de renuncia parece inherente a dicha profesión. Quizá sea el propio ego, el altruismo, el bien de los demás, la capacidad de superación, la idealización de la meta a conseguir... Sin duda, la profesión de médico, es una de éstas.

Ser médico especialista en España en plena pandemia tampoco es una tarea sencilla. Nuestro Sistema de Salud, hace que la mayoría de estos profesionales opten por trabajar en el ámbito público. No es donde más dinero se puede ganar, desde luego, tampoco es un lugar donde los contratos laborales sean largos y estables de forma habitual, y sin embargo, es donde deciden trabajar la mayoría de especialistas que acaban su formación. En este momento que nos ha tocado vivir, la pandemia ha hecho que todos los médicos hayan tenido que arrimar el hombro y hemos visto cómo traumatólogos, oftalmólogos y todas las especialidades han ayudado a soportar la enorme carga asistencial generada por la pandemia. Han trabajado en medios en los que no se encuentran cómodos por no encontrarse seguros ante patologías que no tratan en su práctica habitual. Sin embargo lo han hecho, y con nota. Por si esto no fuera poco, muchos se han contagiado, y por desgracia, sus familias también. Pero ahí han estado, al pie del cañón, porque otra vez había algo por encima de lo que se puede escribir con letras, que les ha obligado a renunciar, para de nuevo conseguir esa meta intangible. Renunciar a dormir con sus familias, renunciar a trabajar y formarse en su especialidad, otra vez, había que elegir. Pero esta vez no ha sido una elección consciente, no había más remedio. ¿Qué otra cosa se podría hacer? Estar brazos cruzados no es una actitud válida en una pandemia siendo médico o profesional sanitario. Es la razón de ser. Estudiantes de medicina, médicos jubilados… ha habido una respuesta masiva de estos colectivos a ayudar ante un enemigo desconocido que se ha cobrado tantas vidas, sin medidas de protección efectivas, sin camas donde poder ingresar a los pacientes, sin respiradores. Un colapso sin precedentes.

En esta Medicina de guerra, ¿qué se puede esperar? ¿ que los profesionales se escondan? Pues sería, cuando menos sorprendente, que en una situación así los profesionales agacharan la cabeza, mirasen para otro lado y dijeran que éste no es su problema, que sólo les interesa hacer esta técnica o la otra en función de su especialidad. Ante todo son médicos, aunque se les haya olvidado parte de la neumología, de la cardiología, de la medicina interna. Aquello que les llevó a las aulas de una Facultad de Medicina, sigue ahí dentro, en su forma de ser. Aunque el desencanto con los programas de formación, los contratos, la falta de medios, la sobrecarga asistencial y el poco reconocimiento pasen factura. Aunque el miedo a contraer la enfermedad y contagiarla sea licito y esté presente, nuestro Sistema Sanitario ha estado a la altura, gracias a la gran humanidad de sus trabajadores.

Ser MIR (médico interno residente) en España tampoco es sencillo. El sistema MIR es el sistema para la especialización de nuestros médicos. Tras superar un examen y poder elegir una especialidad y un destino en función de la nota, son 4 o 5 años de formación en un Servicio de un Hospital, para luego, ser especialista y poder salir al mercado laboral a buscar un trabajo. Se realizan evaluaciones anuales por los tutores del Servicio y por la Comisión del hospital, siendo posible tener que alargar este periodo si el Médico Interno Residente no logra alcanzar los objetivos al final del periodo de especialización. Si este sistema ya es duro de por sí, imagínense en medio de una pandemia, en donde durante un periodo de un año (por ahora) ni los médicos internos han podido formarse en técnicas específicas, ni los propios pacientes acudir a realizarlas. Un MIR de cirugía, por ejemplo, debe ser capaz de realizar ciertas cirugías dependiendo del año de formación en el que se encuentre, si las cirugías se han suspendido por la pandemia, no parece muy plausible que pueda aprenderlas. Habrá que ver si se hace necesario prolongar su periodo de formación, pero esto, ahora no es lo urgente. No olvidemos que el más perjudicado es el propio paciente al que no se le ha podido someter a la cirugía, ya que, al igual que antes, tampoco es sencillo ser paciente, y mucho menos en una pandemia. Son los grandes perjudicados, junto a sus familias. Ser médico especialista no será sencillo, ser MIR tampoco, pero a nadie se le escapa que lo más difícil es ser paciente, sobre todo en plena pandemia.

Que los médicos residentes hayan colaborado en los equipos COVID es estar a la altura, tanto como lo han hecho internistas, ucistas, médicos de atención primaria, de urgencias, médicos de otras especialidades, médicos jubilados, estudiantes de medicina y muchos otros profesionales sanitarios tanto en activo como no. No podía ser de otra forma y es para sentirse orgulloso.
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