14/11/2019
 Actualizado a 14/11/2019
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Como el tiempo pasa muy despacio en el pueblo, que para eso es un pueblo, a algunos se les ocurren las ideas más descabellas y, al mismo tiempo, más sugerentes. Un día de estos, Potas se levantó con la pata derecha y, al llegar al bar, (como siempre tocando una imaginaria guitarra), me comentó que teníamos que montar un conjunto músico vocal. Él, lógicamente, seguiría con la guitarra, un servidor rascando la botella de anís, (llena, por supuesto), ‘El hijo del viento’, sería el cantante y ‘El Purri’ y ‘Manolo Noticias’ los bailarines. Es menester aclarar que el citado cantante no habla, porque no puede, después de fumar como un cosaco aburrido toda su vida y que los danzantes pesan, entre los dos, noventa kilos; ¡cómo para ponerles un tutú! Seremos, sin duda, la sensación de todos los eventos festivos de la comarca, desde bodas y bautizos hasta entierros de postín. Por supuesto, todos los que le escucharon se partían de risa y nos llamaron, (a mi también me incluían en la jugada), locos de atar. Pero se reían... En la sociedad actual es fundamental reírse, primero de uno mismo y luego del resto de mundo. Si no lo haces, si eres tan estúpido de no hacerlo, lo más seguro es que acabes con una úlcera de duodeno y eso sí que será una mala noticia. Hoy, lunes, once de los corrientes, es más necesario que nunca. Si no te partes la caja después de la movida del domingo, a cuenta de las elecciones, es que estás enfermo o es que eres un sufridor, como los antiguos monjes que se atizaban el lomo con un cilicio para ahuyentar los malos pensamientos. No me podéis decir que no os lo advertí. Lo llevo escribiendo en estas líneas desde hace cinco años, como poco: vota tú que a mí me da la risa. Que esta pamplina iba a terminar así lo sabía todo el mundo; menos Tezanos y Sánchez, que deben de vivir en los mundos de Yupi. Lo malo del asunto es que se han gastado más de doscientos millones de euros de dinero público, o sea, del dinero que pagas tú, querido lector, todos los meses al Estado todopoderoso. Mejor dicho, del dinero que te sisa el Estado todopoderoso. Veremos cómo se lo monta el Presidente interino, ‘ma non troppo’, para convencernos de que estas elecciones eran necesarias; porque lo intentará, no tengáis duda y, apoyado por todos los medios afines, lo conseguirá. No hay nada más maleable que la opinión pública y el equipo de agitación y propaganda, (Agipro, históricamente), está en ello.

Ando, eso sí, un poco acojonado por los resultados que tuvo Vox. No es que me asuste, no, pero sí me han dejado atónito. En primer lugar, Vox no tiene un pase. Su discurso es viejo como el mundo y se basa en una premisa también pretérita y que utilizan todos los que andan escasos de ideas: dividen el mundo entre Ellos, (los malos), y Nosotros, (los buenos). Ellos, además, son inferiores, tienen enfermedades, no tienen preparación académica y son violentos. Es, desde luego, más falso que Judas. Todos los racistas de todos los tiempos han utilizado estos argumentos para neutralizar a los que no son como ellos. Lo hicieron los americanos, incluso mucho después de su guerra civil, para separar a la sociedad y no permitir que hubiese mestizaje. Los negros, Ellos, no podían ni comer dónde comiesen los blancos, Nosotros, ni estudiar en las mismas aulas, ni viajar en los mismos autobuses, y así hasta el infinito. Crearon guetos dentro de su propio país, como luego hicieron los supremacistas sudafricanos. Que estas ideas tan peregrinas funcionen en los países anglosajones, hasta cierto punto es normal. El racismo lo llevan en los genes. Pero que tengan seguimiento en España, ¡joder, es lo último del credo! No hay en todo el mundo una nación tan mestiza como la nuestra. Por aquí han pasado, y se han quedado, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, suevos, godos, vikingos, judíos, árabes, bereberes y la madre que los parió a todos. En contra de lo que piensan los de Vox, es la mayor riqueza que tiene este país, lo que nos ha hecho como somos y tengo claro que el experimento salió muy bien. Por ejemplo, y hablando de lo que entiendo un poco: cuándo un señor de Vox va a un restaurante y pide un cocido, no debe de saber que este plato, con el que nos identificamos el noventa por cierto de los españoles, lo inventaron los judíos, que por aquí estuvieron más tiempo que los árabes. Como no podían cocinar el sábado, (su día sagrado, en el que tienen prohibido hacer un montón de cosas), ponían un puchero a cocer la noche anterior con sus garbanzos, sus berzas, y su ración. Lo llamaba ‘Adafina’ y con el tiempo lo comió todo Dios. Es cierto que los judíos no ponían cerdo a la olla, porque no lo permite su religión, pero sí carnero, oveja o pollo. El resultado es el que todos tenemos la suerte de comer actualmente. ¡Si es que damos risa!, pero de la mala. Salud y anarquía.
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